Un banquete a la luz de las velas, al aire
libre, sin apenas comensales. Dos amantes parecen haberse quedado dormidos en
un abrazo, o simplemente están allí, a la mesa. Con esas velas, con esos restos
reincidentes en toda la historia, tras una larga secuencia de quietud y sonidos
del ambiente, descubrimos que llevamos 15 minutos en “Historia de la meva mort”.
Hay películas de difícil categorización por encontrarse muy poco marcadas las
fronteras entre lo cinematográfico y el videoarte. La producción de Albert
Serra proyectada en museos o centros de arte, así como en festivales de cine
experimental, sitúan a este director en esa línea ambigua desde la que poder
aproximarse. Esta es la razón de las muchas posiciones desde las que poder acercarse
a la propuesta cinematográfica de Albert Serra. Quizá lo más significativo sea
que para hablar de su obra , debamos considerarla como un dispositivo
artístico, que requiera para su “análisis” de un referente que nos explique o
descubra sus entramados.
Tras año y medio dedicado al montaje, Serra
expone que el resultado final adquirió forma en ese proceso, pudiendo haberse
resuelto de muchas maneras posibles. Esto recuerda al montaje final que realiza
Terrence Malick en sus películas, siendo ahí dónde acaba configurando la propia
trama de la historia (como sucede en su último largometraje, To the wonder). Y Serra, en Historia de la meva mort, decide contar
una historia que simbolice ese paso del Siglo de las Luces al Romanticismo. Y
para ello seguirá trabajando entorno a la dilatación del tiempo, con
mecanismos más narrativos que en anteriores largometrajes, pero sin renunciar a
aquellos elementos que forman ya parte de su estilo personal. Si en Honor de cavalleria empleaba largos
planos que nos introducían en bloques temporales para hacernos participar como espectadores de
la dimensión más contemplativa de la historia, y en El cant dels ocells se centra más en el carácter paisajístico de
las imágenes, en Historia de la meva mort
conjuga los largos planos estáticos (muy presentes en las correspondencias
fílmicas de este director), pero con ese carácter pictórico en las escenas que
trascurren en el campo, que recuerdan a las experiencias estéticas que proponen
directores como Sokurov. Este recorrido simbólico de la luz a las tinieblas, es
un paso que Serra da tanto en lo formal, pasando de las escenas en el interior
de un castillo (primera vez que graba en espacios cerrados), a las escenas que
poco a poco introducen en un mundo de sombras, de oscuridad que asoma constante
en esa segunda parte del film y que tiene su punto mas álgido en la matanza tan
ritualizada.
Desde el terreno del mito, y como ya sucedía
en trabajos anteriores, Serra va a contar la historia de personajes que están
en el imaginario colectivo: Casanova y Drácula. Ambos como representantes de
sus momentos históricos, con las connotaciones que el director ha querido
reflejar con cada uno. Sumergiéndose en los tiempos muertos de las historias de
estos dos personajes, como hizo con los Tres Reyes Magos y Don Quijote y Sancho
Panza, desde una postura que parece más voyerista: estamos ante un día
cualquiera en la vida de estos personajes, en sus rutinas, cargadas de todo
aquello que les hacen ser quienes son. Casanova es un viejo que disfruta con
cualquier placer que su físico le proporciona, mientras que Drácula es ese ser
siniestro, que parece gozar de mayor empatía en sus relaciones con las mujeres.
Dos personajes que comparten la noche y el deseo como rasgos de su ser, y que
sirven de puente y unión entre las dos grandes épocas a las que nos acerca.
Pero, ¿son esas las sensaciones que trasmite cada una de las partes tan
diferenciadas de la película? ¿por qué la belleza de unas imágenes tan
pictóricamente encuadradas y esos sonidos del viento y el fuego no consiguen
desprenderse de la mediocridad que a menudo hay en lo cotidiano, o en lo
siniestro?
Si el cine de Albert Serra se basa en una
cámara como mediadora de registro de las imágenes que le cuenten la historia
que quiere montar, en Historia de la meva
mort, hay menos de azar en todo ese proceso que en anteriores trabajos:
diálogos más trabajados, personajes más caracterizados desde una óptica, quizá,
demasiado personal. Y el resultado es que la cámara retrata desde una
perspectiva muy subjetiva. Hay frivolidad en la concepción del amor, en unos
personajes femeninos (primera vez retratados en sus películas), que parecen
carecer de fortaleza siendo solo consortes o marionetas de sus destinos, y en
considerar a Casanova un símbolo de la libertad y a Drácula la vuelta al
conservadurismo. Quizá la intención de Serra no es la consecución obtenida en Historia de la meva mort, pero, ¿quién
soy yo para saber qué quería conseguir decirme Albert Serra?
Cristina Aparicio
Querida Cristina: Albert Serra me da mucho miiiedddoooo y lo confieso, unas gotas muy grandes y largas de pereza (y eso está muy feo). No he visto nada de su obra cinematográfica y de momento no me atrevo.
ResponderEliminarPero sí me atrevo a leer tu análisis y crítica. Reconozco que en un principio esta película me llamó la atención por la unión de dos personajes como Casanova y Drácula (y me encanta tu párrafo final y la explicación de lo que representa cada uno). Y reconozco que leyéndote encuentras claves y motivos para acercarte a ver la película...
No sé si venceré el miedo y la pereza... tú, con tus líneas me has hecho avanzar en el camino a la sala o a un futuro visionado en el dvd...
Besos
Isabel
Enhorabuena Cristina, sabemos que te ha costado mucho escribir esto, pero ha valido la pena la espera, muchas gracias por tu crítica. Es efectivamente un acercamiento estupendo a un director que no conozco y al que como dice Isabel, este puede ser el principio de un futuro visionado...
ResponderEliminarAbrazos,
Pilar
Me uno a la celebración de tus compañeras, porque has hecho un trabajo muy serio, Cristina. De verdad. Tan serio que, si fuera tu editor, sacaría con rotundidad el boli rojo para eliminar la última frase de tu crítica porque no tiene razón de ser: ¿Que quién eres tú? Pues la crítica que ha diseccionado con brillantez una película problemática tanto en su "dispositivo" como en su sentido. Me ha gustado volver a ver la película a través de tus ojos y, así, caer en la cuenta de que aquí aparecen por primera vez el rodaje en interiores y los personajes femeninos (si obviamos, claro, a la Virgen María de "El cant dels ocells"). Sé que tenías problemas con la película y los has expuesto e integrado en tu crítica con elegancia y sin crispaciones.
ResponderEliminarMuy buen trabajo.
un abrazo,
jordi