Reflexionaba
Lindsay Noseworth, uno de los Chicos del Azar de la monumental novela Contraluz de Thomas Pynchon, sobre “¿quién
tenía tiempo para fijarse en las estrellas, con tantas fatigosas tareas que
obligaban a mantener los ojos fijos en lo cotidiano?”.
Akiva
Goldsman, responsable entre otras cosas de la serie Fringe, le pide al
espectador de Cuento de Invierno, que
las mire durante dos horas mientras le cuenta una historia de las que se
narrarían bajo aquellas al calor del fuego. Una historia sobre la eterna
batalla entre la luz y las tinieblas, que se siguió librando en las páginas de
los libros y las pantallas de los cines no bien estos existieron.
La presencia
de ángeles y demonios entre los mortales ha dado un buen puñado de títulos y
personajes: Audrey Hepburn era un ángel en Always
(1989) de Steven Spielberg. Seth era el nombre del ángel enamorado interpretado
por Nicolas Cage en City of Angels
(1998) de Brad Silberling, remake de aquel Cielo
sobre Berlín (1987) de Wim Wenders. Victoria Abril era el ángel de Sin noticias de Dios (2001) de Agustín
Díaz Yanes, enfrentada a Penélope Cruz por el alma de un hombre. Contra el
elegante Satán (banquero ni más ni menos) de Gabriel Byrne luchaba
Schwarzenegger en El fin de los días (1999),
y el mismo Lucifer quería venir a por el alma del Constantine (2005) encarnado por Keanu Reeves. Sumando y siguiendo…
Cuento de Invierno está basada en la
novela del mismo título de Mark Helprim, publicada allá por 1987. Esta historia
romántica y mágica que empieza con “érase una vez”, se desarrolla en gran parte
en un invierno en Nueva York, cuando un milagro tiene que hacerse posible y
desde el infierno se hará cuanto sea por evitarlo. Pero en este cuento el amor,
como dijera Waldo Lydecker, es más fuerte que la vida y llega más allá de la
muerte.
Se une la
película de Goldsman a ese grupo en el que fantasía y realidad deshacen la
distancia que las separa, y que piden para sí ser visionadas con el espíritu de
que Todo Es Posible. Como en la reciente Un
amor entre dos mundos (2012) de Juan Diego Solanas o Chocolat (2000) de Lasse Hallstrom. Piden que se crea en caballos
voladores, en transformar un maizal en un campo (de sueños) de béisbol porque “si lo construyes, él vendrá”
(bellísima, olvidada y reivindicable película de Phil Alden Robinson) y en el
triunfo de la voluntad de las personas buenas, al menos en la ficción. No
obstante, como en la lucha entre el bien y el mal, el equilibrio y el pulso
firme son imprescindibles y aunque Cuento
de Invierno se mantiene en el filo, decide de manera innecesaria deslizarse
por la pendiente de la lágrima fácil y es que, una enfermedad vale pero dos son
multitud….
El espectador
de Cuento de Invierno puede pues
acabar dándole la razón al joven Noseworth y pasar de mirar a las estrellas
pero no debería negarle su bella e impecable puesta en
escena, la convicción con la que tipos duros como Colin Farrell y Russell Crowe
encaran sus personajes, y la agradable sorpresa que suponen los rostros
conocidos que salpican el metraje de una película, de esas que elevan a la
enésima potencia la función del cine como fábrica de sueños.
Ana Álvarez
Hola Ana, ¿te acuerdas que te dije que os seguía? Pues aquí estoy, escribiendo por primera vez en este blog. Me ha encantado tu crítica, pues todos sabemos de nuestras filias y fobias, y precisamente Cuento de invierno no era algo muy cercano a mis filias. En un pequeño texto das un gran repaso a la magia que da el cine, el devenir entre dioses y hombres, bonita reflexión. A mí me has ganado. Un beso.
ResponderEliminarJose Cabello.
¡Jose!
ResponderEliminar¡Qué alegría verte por aquí! Y mucho más por este "aquí" :-))
Justamente conociendo tus filias y fobias, no te recomendaría este cuento so pena de que tu índice de glucosa en sangre aumentara hasta niveles cercanos al dolor físico, pero muchas gracias por seguirnos por haberte parado y manifestado en este texto mío, y por tus palabras... ¡vuelve cuando quieras! :-)
Besos.
Ana
Sólida crítica, Ana. Ya sabes que no he visto la película, pero, por lo que me han contado, su naturaleza es bastante extrema: una de esas capaces de filias irracionales y selectas y fobias masivas. Echo, pues, de menos que tu texto me transmita la disfuncionalidad de este trabajo.
ResponderEliminarabrazos,
jordi
Hola profe!
ResponderEliminarEstá claro que he sido demasiado sutil porque cuando digo que se deja llevar por la lágrima fácil o que habrá espectadores que pasen de mirar las estrellas me refiero justamente a la parte desencadenante de fobias...
Y bueno, parece entonces que no he conseguido tampoco el equilibrio que le pedía a la misma película, pero no me parecía justo centrarme en lo ñoña y cursi que puede resultar, porque tiene cosas buenas que es fácil que pasen desapercibidas...
Gracias! ;-)
Besos.
Ana.