Es posible y deseable que Todos estén muertos sea una
película de largo recorrido, de esas que no tienen un éxito masivo
sino que se infiltran poco a poco hasta llegar a un público que,
igual sin saberlo, va a ser especialmente receptivo.
Beatriz Sanchís debuta en el largometraje con una historia que hace
equilibrios en la cuerda de la nostalgia con la poderosa imaginería
de los años ochenta y la movida utilizando la música, la estética
y creando un grupo, Groenlandia, que no por casualidad lleva el mismo
nombre que el mítico título de Bernardo Bonnezzi (fallecido poco
después de su creación) popularizado por Los Zombies. La canción
Corazón Automático podría haber sido un hit de
entonces y la historia de Lupe, interpretada con la dúctil
fragilidad de alambre de Elena Anaya, remite a la de Ana Curra,
vocalista de Parálisis Permanente que perdió a su novio en un
accidente de coche por aquella época.
La película transcurre en unos años noventa que Beatriz Sanchís
presenta con decadencia finisecular. Los ochenta son la década
precedente pero ya empiezan a tener la aureola mítica que no dejará
de crecer hasta la actualidad. Los protagonistas son Lupe, una
estrella del pop rock de entonces en horas muy bajas, su madre
y su hijo adolescente Pancho. Lupe se ha quedado atrás, varada en un
momento de hace quince años, padece agorafobia y apenas tiene
relación con Pancho para quien es poco más que una desconocida. Es
la abuela la que le ha cuidado y tira de la familia pero ya no puede
hacerlo más y debe lograr de algún modo que Lupe tome las riendas
de su vida.
La directora introduce entonces de manera muy básica aunque
original, un elemento fantástico logrando no sin dificultad que no
chirríe: puesto que Lupe vive rodeada por los fantasmas de un pasado
del que no logra salir, será el fantasma de Diego, su hermano
muerto, el encargado de intentar enderezar la errática vida de la
chica, no sin antes entender y aceptar unas cuantas cosas de la suya
propia.
Si bien el resultado puede calificarse de irregular, Todos están
muertos es una propuesta valiente y muy de agradecer. Una
historia sobre la muerte y el ansia de trascendencia para sofocar el
miedo. Habla de los fantasmas, del peso del pasado y la culpa y la
imperiosa necesidad de buscar, buscar cómo amar y a quién y cómo
ser amado; buscar siempre y por donde sea un camino para continuar
hacia delante aunque echar la vista atrás sea inevitable.
Ana Álvarez