"Madre e hijo" ("Pozitia Copilului", Calin Peter Netzer, 2013)
La película rusa “Elena” (2011), de Andrei
Zviagyntsev, tenía por protagonista a una madre capaz de llegar hasta el
asesinato para salvaguardar el futuro económico de su hijo y la familia de
este, en el escenario de la disfuncional Rusia capitalista de la era Putin.
También una madre similarmente resuelta a proteger a su hijo a toda costa en el
ámbito de otro país del antiguo bloque soviético, la Rumanía post-Ceaucescu, es
la protagonista de "Madre e hijo", sobre un guión original del escritor
Razvan Radulescu y del propio director Calin Peter Netzer.
Radulescu
es una suerte de Cesare Zavattini de este nuevo cine rumano de corte realista
que brilla con luz propia desde hace algo más de diez años, abarcando su
carrera como libretista películas tan importantes como "La muerte del
señor Lazarescu" (2005) de Cristi Puiu, "4 meses, 3 semanas, 2
días" (2007) de Cristian Mungiu, o "Martes, después de Navidad"
(2010) de Radu Muntean. Películas que combinan la exposición de realidades muy
concretas pasadas o presentes de su país, con un cuidado retrato psicológico de
los personajes.
En
“Madre e hijo”, los autores escogen a una familia de la clase alta rumana, cuyo
único hijo atropella y mata a un niño de familia pobre en circunstancias
irresponsables, para recorrer una serie de prácticas de una sociedad tejida a
base de pequeñas corrupciones que actúan como punta del iceberg. Quedando
entrelazada dicha trama con el complejísimo retrato psicológico de la madre
citada al principio, aquejada de un feroz complejo de Yocasta.
Cornelia,
esta madre que borda la inconmensurable Luminita Gheorghiu, es el vértice en el
que confluyen estas dos vertientes, la social y la psicológica, convirtiéndose
en el motor de la narración. Absorbente, obsesiva, vulnerable y enérgica, los
distintos registros y encuentros (marido, amigos, policía, perito, testigo del
accidente, nuera, hijo, padres del niño atropellado) de Cornelia marcan el
tempo del relato, hasta el punto de que su determinación y entrega a la causa
del hijo pueden llevar al espectador a sentir una mezcla de rechazo y
complicidad ante la dudosa ética de sus actuaciones.
La
película se estructura alrededor de largas secuencias profusamente dialogadas,
con una cámara en perpetuo fluir (con algunos movimientos y zooms no exentos de
gratuidad), en un estilo documental, hiperrealista, que sirve a los autores en
su intención de evitar una mirada simplificadora o maniquea, una intención en
la que la cruda exposición de prácticas reprobables y de una mala educación familiar,
no se traduce en un juicio sumario sobre sus personajes.
En esas
coordenadas, el último gesto del hijo, que contemplamos como su madre a través
del retrovisor del coche, siendo invitados a compartir la benevolente y quizá
distorsionada mirada de aquella, refuerza la ambigüedad hiriente de la
conclusión.
Javier Valverde
Hola, Javier: una crítica memorable, Javier, que, además, me ha servido para aprender algo: reparar en la figura de Radulesco como constante en ese nuevo cine rumano. Muy oportuna e iluminadora, también, la comparación con Zavattini.
ResponderEliminarun abrazo,
jordi