En Hoop Dreams, el documentalista Steve James seguía durante
cinco años el dia a día de dos preadolescentes cuyo sueño era
jugar en la NBA. A pesar de que todo apuntaba a que tendrían que
unir fuerzas en un mismo equipo, la familia de uno de los dos
chavales no pudo hacerse cargo de los costes del instituto. Los dos
jóvenes por separado muestran aptitudes y destacan por su calidad
pero su intento de abordar la mejor liga del mundo acaba resultando
fallido. Además de funcionar como dispositivo temporal, que habrá
que ver si la inminente Boyhood acaba superando, una de las múltiples
conclusiones con las que jugaba el documental era la posibilidad de
que si ambos jugadores hubiesen compartido equipo, a lo mejor la
historia hubiese tenido un diferente final. La recién estrenada
Guardianes de la Galaxia, desde su propio título hace referencia al
colectivo. El concepto sobre el que gira no es otro que ese: una
unión de fuerzas que acaba funcionando no solo en el aspecto
competitivo sino también en el afectivo. A pesar de lo fácil
que resulta la comparación con Star Wars, quizás tiene más parentesco
con El Mago de Oz. Un El Mago de Oz con aviones, explosiones, seres
de otro planeta, un hombre detrás de la cortina que pretende
originar un genocidio y en el que el “home” de “There´s no
place like home” está más cerca de un estado emocional que
físico.
James Gunn se da a conocer mundialmente con este estreno, a pesar de que en su curriculum se pueden hallar dos grandes películas como Slither y (la gigantesca) Super. En Guardianes de la Galaxia se encuentran sus principales características: el sentido del humor como engranaje básico de la historia y un manejo magistral del tono de la misma. El motor de los protagonistas de esta película es realmente trágico. El propio Gunn comentaba que el corazón de la historia, bajo su punto de vista, estaba representado en Rocket Racoon, un mapache exhausto tras todos los experimentos que habían hecho con él y harto de que todos lo consideraran un monstruo. Los Guardianes de la Galaxia, una vez han perdido todo posible interés material por cumplir con su misión, deciden enfrentarse al antagonista de la película en lo que ellos mismos consideran una misión suicida... porque realmente no tienen nada que perder. Nadie les echará de menos si pierden. Dicho esto, la pelicula nunca pierde su tono lúdico-cómico y no se embarca en crisis existenciales. Todos los personajes tienen un potencial cómico directamente relacionado con su carácter a pesar de que el único gracioso per se (entendiendo esto como aquel que trata de ser cómico conscientemente) es Peter Quill, algo que como veremos en forma de baile, también tiene su razón de ser. Por eso mismo decir que el film es autoconsciente, o parodia de su propio género sería un grave error. Existen secuencias dramáticas y su efectividad (narrativamente y técnicamente) es tal que es altamente probable que los espectadores recuerden cualquiera de estos momentos por encima de los gags (que funcionan a la perfección) o las peleas (que abundan y están realizadas de forma exitosa).
Cuando habitualmente nos referimos a actores o actrices fetiche de un director, hablamos de aquel que trabaja en varios papeles con él. En Guardianes de la Galaxia, James Gunn no se olvida de sus habituales: Michael Rooker, Sean Gunn, Lloyd Kauffman... ¡Hasta Kevin Bacon tiene su propio guiño! Da la sensación de que para el director americano más que actores fetiches estaríamos hablando simplemente de, y que se me perdone la posible cursilería, colegas. Por eso que haya sido elegido para dirigir y co-escribir la adaptación cinematográfica del cómic creado por Steve Gerber es un acierto. En unos tiempos en los que predominan tantos hombres de acero y caballeros oscuros y en los que las películas grupales necesitan crear largometrajes individuales para cada uno de los personajes (que en algunas ocasiones, ni siquiera tratan de disimular su condición de mero trámite), Guardianes de la Galaxia se postula como una “rara avis” transgresora. A pesar de abundar historias que tratan de contarnos el origen del superheroe de turno, en esta solo encontraremos una secuencia inicial y un apunte final que nos ayudará a saber todo lo necesario sobre StarLord. Apunte, además, directamente relacionado con la razón por la que se crea este grupo de guardianes galácticos. Del “Yo soy Groot” al “Nosotros somos Groot”. Al finalizar la película no se nos advierte de que Starlord volverá pronto, o de que dentro de unos años podremos volver a ver a Mapache Cohete, o de cuándo será la próxima cita en la que nos reencontraremos con Gamora. El texto que aparece antes de los créditos nos indica que “Los Guardianes de la Galaxia volverán pronto”.
James Gunn se da a conocer mundialmente con este estreno, a pesar de que en su curriculum se pueden hallar dos grandes películas como Slither y (la gigantesca) Super. En Guardianes de la Galaxia se encuentran sus principales características: el sentido del humor como engranaje básico de la historia y un manejo magistral del tono de la misma. El motor de los protagonistas de esta película es realmente trágico. El propio Gunn comentaba que el corazón de la historia, bajo su punto de vista, estaba representado en Rocket Racoon, un mapache exhausto tras todos los experimentos que habían hecho con él y harto de que todos lo consideraran un monstruo. Los Guardianes de la Galaxia, una vez han perdido todo posible interés material por cumplir con su misión, deciden enfrentarse al antagonista de la película en lo que ellos mismos consideran una misión suicida... porque realmente no tienen nada que perder. Nadie les echará de menos si pierden. Dicho esto, la pelicula nunca pierde su tono lúdico-cómico y no se embarca en crisis existenciales. Todos los personajes tienen un potencial cómico directamente relacionado con su carácter a pesar de que el único gracioso per se (entendiendo esto como aquel que trata de ser cómico conscientemente) es Peter Quill, algo que como veremos en forma de baile, también tiene su razón de ser. Por eso mismo decir que el film es autoconsciente, o parodia de su propio género sería un grave error. Existen secuencias dramáticas y su efectividad (narrativamente y técnicamente) es tal que es altamente probable que los espectadores recuerden cualquiera de estos momentos por encima de los gags (que funcionan a la perfección) o las peleas (que abundan y están realizadas de forma exitosa).
Cuando habitualmente nos referimos a actores o actrices fetiche de un director, hablamos de aquel que trabaja en varios papeles con él. En Guardianes de la Galaxia, James Gunn no se olvida de sus habituales: Michael Rooker, Sean Gunn, Lloyd Kauffman... ¡Hasta Kevin Bacon tiene su propio guiño! Da la sensación de que para el director americano más que actores fetiches estaríamos hablando simplemente de, y que se me perdone la posible cursilería, colegas. Por eso que haya sido elegido para dirigir y co-escribir la adaptación cinematográfica del cómic creado por Steve Gerber es un acierto. En unos tiempos en los que predominan tantos hombres de acero y caballeros oscuros y en los que las películas grupales necesitan crear largometrajes individuales para cada uno de los personajes (que en algunas ocasiones, ni siquiera tratan de disimular su condición de mero trámite), Guardianes de la Galaxia se postula como una “rara avis” transgresora. A pesar de abundar historias que tratan de contarnos el origen del superheroe de turno, en esta solo encontraremos una secuencia inicial y un apunte final que nos ayudará a saber todo lo necesario sobre StarLord. Apunte, además, directamente relacionado con la razón por la que se crea este grupo de guardianes galácticos. Del “Yo soy Groot” al “Nosotros somos Groot”. Al finalizar la película no se nos advierte de que Starlord volverá pronto, o de que dentro de unos años podremos volver a ver a Mapache Cohete, o de cuándo será la próxima cita en la que nos reencontraremos con Gamora. El texto que aparece antes de los créditos nos indica que “Los Guardianes de la Galaxia volverán pronto”.
Aron Murugarren