Un hombre
golpea a otro, una mujer abraza a un niño, un hombre abraza a un niño, dos
mujeres se abrazan... Conociendo lo poco dados que son los nipones al contacto
físico, cómo será la última historia de Hirozaku Koreeda para que a sus
personajes no les basten las palabras.
Pues la
historia, realmente es de las que dejarían mudo a cualquiera que viviera algo así
en la realidad: seis años después del nacimiento de un niño, el hospital
informa a sus padres de que hubo un error y su hijo fue cambiado por otro. Por
si eso fuera poco, también se aporta otro dato: hace cuarenta años, cuando esos
errores eran más frecuentes, el cien por cien de las familias afectadas
intercambiaba inmediatamente a los
niños.
Koreeda vuelve
a la realidad pura y dura de Nadie Sabe
o Still Walking después del bellísimo
cuento que fue Kiseki, y lo hace con
un tema sumamente delicado haciendo además un repaso a la sociedad japonesa
actual, en cuyos hogares conviven las tablets
con los altares a los antepasados. Las dos familias cuyas vidas se ven
alteradas por la noticia son muy diferentes, tanto en estructura como en
cultura y valores y puede ser sujeto de controversia escoger a una de las
parejas, concretamente al padre (no hay
que olvidar que tanto en el título japonés, como en el inglés y el español, la
palaba que aparece es “padre”) como hilo conductor de la historia pero, aunque
Koreeda utiliza personajes secundarios y subtramas para exponer opiniones o
hacer entender las acciones de sus personajes, no se permite juzgar a ninguno de ellos.
La fuerza de
la sangre o de la convivencia se miden además en medio de la habitual sutileza
y exquisitez formal de este director cuya elegante y reconocible puesta en
escena aparece en los escenarios urbanos, esas ciudades aparentemente dormidas,
las calles, los omnipresentes trenes… que ilustran las pausas en la narración,
y en los momentos cotidianos que acercan la realidad de su país a la mirada
occidental. La cámara de Koreeda ilumina y mira de manera diferente cuando lo
que tiene ante si es una institución oficial, sea la academia, la oficina, el
juzgado… o cuando entra en los hogares o
sigue los juegos infantiles. Koreeda además, tiene el especial talento de saber
cambiar el punto de vista según quien mire sea un adulto o un niño.
Lo que sienten
los niños de las dos familias es la duda que pesa en el espectador durante gran
parte del metraje porque siendo los protagonistas involuntarios, son mantenidos
al margen. Cuando se adueñan de la situación, la película se abre y se inunda
con el desparpajo y los interminables porqués de uno de los niños y los
inmensos ojos y reflexivos silencios del otro. En la hermosa escena final que
quien esto escribe sólo vería más bonita si fuera muda, Koreeda y su cámara muestran
lo que es un pequeño corazón herido y guardan la misma prudencial distancia que
el padre mantiene con su hijo y miran desde abajo, donde está el adulto, hacia
arriba donde está el niño y se quedan esperando a unos metros porque, si sus
caminos confluyen, ese momento les pertenece sólo a ellos.
De tal padre, tal hijo fue Premio del Jurado
en Cannes y el presidente del mismo, Steven Spielberg, se ha asegurado los
derechos para hacer la versión americana. No va a ser fácil porque algo muy próximo
a la mejor manera posible está ahora mismo en pantalla.
Ana Álvarez
Ana, me atrapó de esta película la delicadeza extrema en tratar un tema muy pero que muy complejo. Y lo explicas muy bien.
ResponderEliminarY es que ese niño silencioso de ojos expresivos y silencios a gritos... ¡Y sus andares, ay, sus andares!
Esa escena muda final (es cierto que sobran las palabras), compleja y simple a la vez, contiene una emoción tan sutil como Chaplin era capaz de transmitir en una película como El Chico... donde te comerías a los personajes a besos... (¡bueno, no! Se asustarían los pobres ante espectadora tan loca)... Es de esas escenas en las que tienes ganas de no parar de llorar pero a la vez no puedes reprimir la risa. ¿Difícil, no?
Besos
Isabel
Muy buen texto de Ana y muy buen comentario de Isabel. A la película yo le reprocho que se centre en el personaje con un arco dramático más previsible, pero tu texto sabe detectar en qué partes de la película eso se pone gratamente en cuestión. Una critica fantástica.
ResponderEliminarun abrazo,
jordi