martes, 10 de diciembre de 2013

Mi papá ya no es más mi papá


Un hombre golpea a otro, una mujer abraza a un niño, un hombre abraza a un niño, dos mujeres se abrazan... Conociendo lo poco dados que son los nipones al contacto físico, cómo será la última historia de Hirozaku Koreeda para que a sus personajes no les basten las palabras.

Pues la historia, realmente es de las que dejarían mudo a cualquiera que viviera algo así en la realidad: seis años después del nacimiento de un niño, el hospital informa a sus padres de que hubo un error y su hijo fue cambiado por otro. Por si eso fuera poco, también se aporta otro dato: hace cuarenta años, cuando esos errores eran más frecuentes, el cien por cien de las familias afectadas intercambiaba inmediatamente a los  niños.

Koreeda vuelve a la realidad pura y dura de Nadie Sabe o Still Walking después del bellísimo cuento que fue Kiseki, y lo hace con un tema sumamente delicado haciendo además un repaso a la sociedad japonesa actual, en cuyos hogares conviven las tablets con los altares a los antepasados. Las dos familias cuyas vidas se ven alteradas por la noticia son muy diferentes, tanto en estructura como en cultura y valores y puede ser sujeto de controversia escoger a una de las parejas, concretamente al padre  (no hay que olvidar que tanto en el título japonés, como en el inglés y el español, la palaba que aparece es “padre”) como hilo conductor de la historia pero, aunque Koreeda utiliza personajes secundarios y subtramas para exponer opiniones o hacer entender las acciones de sus personajes, no se permite juzgar  a ninguno de ellos.

La fuerza de la sangre o de la convivencia se miden además en medio de la habitual sutileza y exquisitez formal de este director cuya elegante y reconocible puesta en escena aparece en los escenarios urbanos, esas ciudades aparentemente dormidas, las calles, los omnipresentes trenes… que ilustran las pausas en la narración, y en los momentos cotidianos que acercan la realidad de su país a la mirada occidental. La cámara de Koreeda ilumina y mira de manera diferente cuando lo que tiene ante si es una institución oficial, sea la academia, la oficina, el juzgado…  o cuando entra en los hogares o sigue los juegos infantiles. Koreeda además, tiene el especial talento de saber cambiar el punto de vista según quien mire sea un adulto o un niño.

Lo que sienten los niños de las dos familias es la duda que pesa en el espectador durante gran parte del metraje porque siendo los protagonistas involuntarios, son mantenidos al margen. Cuando se adueñan de la situación, la película se abre y se inunda con el desparpajo y los interminables porqués de uno de los niños y los inmensos ojos y reflexivos silencios del otro. En la hermosa escena final que quien esto escribe sólo vería más bonita si fuera muda, Koreeda y su cámara muestran lo que es un pequeño corazón herido y guardan la misma prudencial distancia que el padre mantiene con su hijo y miran desde abajo, donde está el adulto, hacia arriba donde está el niño y se quedan esperando a unos metros porque, si sus caminos confluyen, ese momento les pertenece sólo a ellos.

De tal padre, tal hijo fue Premio del Jurado en Cannes y el presidente del mismo, Steven Spielberg, se ha asegurado los derechos para hacer la versión americana. No va a ser fácil porque algo muy próximo a la mejor manera posible está ahora mismo en pantalla.


Ana Álvarez

2 comentarios:

  1. Ana, me atrapó de esta película la delicadeza extrema en tratar un tema muy pero que muy complejo. Y lo explicas muy bien.

    Y es que ese niño silencioso de ojos expresivos y silencios a gritos... ¡Y sus andares, ay, sus andares!

    Esa escena muda final (es cierto que sobran las palabras), compleja y simple a la vez, contiene una emoción tan sutil como Chaplin era capaz de transmitir en una película como El Chico... donde te comerías a los personajes a besos... (¡bueno, no! Se asustarían los pobres ante espectadora tan loca)... Es de esas escenas en las que tienes ganas de no parar de llorar pero a la vez no puedes reprimir la risa. ¿Difícil, no?

    Besos
    Isabel

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  2. Muy buen texto de Ana y muy buen comentario de Isabel. A la película yo le reprocho que se centre en el personaje con un arco dramático más previsible, pero tu texto sabe detectar en qué partes de la película eso se pone gratamente en cuestión. Una critica fantástica.

    un abrazo,

    jordi

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