viernes, 31 de enero de 2014

Mindscape



Jaume Collet-Serra (La Casa de Cera, Sin identidad, La huérfana) fundó en 2011 la productora Ombra Films con la idea de producir thrillers y películas de terror de presupuesto medio y promocionar a directores españoles. Mindscape (2013), dirigida por el español Jorge Dorado, es una de las primeras producciones de la compañía Se trata efectivamente un thriller con tintes de película de terror que cuenta en su reparto con actores de la talla de  Mark Strong y Brian Cox. 

Mindscape nos introduce a un mundo en el que, mediante una nueva tecnología, individuos con habilidades parapsicológicas pueden adentrarse en la mente de las personas y visualizar sus recuerdos. Está claro que la película tiene la ambición de reflexionar sobre la fiabilidad de los recuerdos y  trata de plantear cuestiones similares a las planteadas en otras películas como Memento (Christopher Nolan, 2000) y Abre los Ojos (Alejandro Amenabar, 1997). Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre en estas, las reflexiones son confusas, no se ajustan bien al argumento y no están desarrolladas satisfactoriamente. Aun no siendo exitosa en este aspecto, la película podría salvarse si resultara un thriller entretenido y efectivo pero tampoco es el caso. La manera en la cual se desarrolla la trama es absolutamente increíble en el peor de los sentidos y las decisiones que toma su protagonista, especialmente en el tercer acto, llegan a ser irritantes por su falta de sentido e inteligencia. De hecho el título Mindscape es apropiado ya que la lógica se esfuma muy pronto y está ausente durante todo el metraje. En determinados momentos hacia el final del film  algún espectador podría llegar a pensar que otro de los títulos de este año, La Gran Estafa Americana (David O Russell, 2014), sería incluso más apropiado si no fuera por la limitación territorial.

Los actores, incluyendo a Taissa Farmiga, demuestran su talento y la dirección es correcta pero, lamentablemente, el resto no acompaña. Los giros finales, tan populares en este tipo de filmes, de nuevo no son inteligentes y se ven a la legua por lo que no acaban de funcionar. A modo de anécdota, uno de los actores que aparece en dichos giros aparece también en una escena similar en Vanilla Sky (Cameron Crowe, 2001), la versión estadounidense de Abre los Ojos. 

Las películas que Jaume Collet-Serra ha dirigido hasta la fecha no derrochan ambición intelectual pero funcionan como thrillers para disfrutar y olvidar. No es el caso de Mindscape. De todas formas, Jorge Dorado demuestra que es un director técnicamente capaz y los actores hacen un buen trabajo. A ver si a la segunda va la vencida.   

Jesús Mejía

Oslo, 31 de agosto




Si alguien quiere destruirse, la sociedad debería permitirle que lo hiciera. La cita es de Anders, el personaje al que da vida el actor, músico ¡y médico! Anders Danielsen Lie en ‘Oslo, 31 de agosto’. La frase, que se enmarca en la conversación que este extoxicómano de 34 años mantiene con su amigo, se alza como pancarta de quien se siente irremediablemente perdido. No es la primera vez que ambos charlan sobre el sentido de esta reflexión, pero mientras que Thomas (el amigo interpretado por el periodista noruego Hans Olav Brenner) la ha olvidado, el espectador entiende que aquellas palabras han dejado poso en Anders e influyen en el modo en que enfoca su futuro. Un futuro que escapa entre sus dedos. 

La conversación es sólo un indicio más del desenlace de esta historia que dirige Joachim Trier, primo lejano de Lars, y que se basa en el libro francés 'Le feu follet'. Una conclusión que ya se adivina desde los primeros minutos de metraje. Porque todo en esta película parece, si no justificar, al menos sí explicar la sensación de pérdida, la melancolía ("la melancolía es mejor que la nostalgia”, oímos en la introducción) y el impulso contenido de autodestrucción que siente Anders. Incluido el tema I’ve been losing you de la banda noruega A-ha, que suena en la radio del taxi que le lleva de vuelta Oslo. Es en los lugares, recuerdos y amigos que se suceden durante esta visita de apenas 24 horas sobre los que Trier construye el argumento de su película: tras permanecer diez meses en un centro de desintoxicación, Anders (un chico de clase media, inteligente y de familia culta y 'progre') regresa a la capital noruega para hacer una entrevista laboral. Ocasión que aprovecha para visitar a sus seres más cercanos y poner a prueba su recuperación. 

La adicción de Anders sirve para que el director nórdico explore el vacío existencial que queda cuando lo que se ha dejado por el camino pesa más que las esperanzas de un futuro mejor. Cuando mañana no hay nada. Ni siquiera al otro lado del hilo telefónico. 

La incapacidad para reconstruir una vida rota, la soledad y el rechazo (de los demás y, lo que es peor, hacia uno mismo) chocan con la sensación de que la vida sigue fluyendo alrededor del protagonista. Así sucede en la escena cotidiana que se desarrolla en la cafetería, donde Anders escucha a hurtadillas como el resto de comensales charlan sobre sueños y aspiraciones como tener éxito, vivir cien años y ser amado.

Desde el punto de vista formal, Joachim Trier (que ya dirigió 'Reprise' en 2006) acierta al reflejar esta soledad con numerosos primeros planos del actor caminando por las calles de la ciudad, sin apenas profundidad de campo y rodados con la naturalidad que proporciona el uso de steadycams. Además, estilísticamente la película podría dividirse en dos partes: una primera, más larga y lenta, como el estado de desorientación de Anders durante el día; y una segunda, que comienza cuando cae la noche, en la que la historia se acelera y se precipita ruidosamente hacia el lado oscuro del protagonista.

Tamara Vázquez

miércoles, 29 de enero de 2014

El último combate



Partiendo de la premisa básica de que toda generalización es un error, digamos que hay ideas que merecen salir de la cabeza, escribirse en un papel y ponerse en movimiento. Algunas pierden todo o parte en el proceso, el efecto una vez visto no está a la altura y son las que dejan esa frase tantas veces dicha con tono de fastidio a la salida de un cine… “y eso que la idea era buena…”.

Hay otras que no se sabe muy bien a quién se ha convencido para que se materialicen, pero logran al menos que se despotrique contra ellas con una sonrisa o una abierta carcajada cómplice, porque acaban en el gran grupo de películas que cada espectador ama en secreto y abomina en público.

La gran revancha es una mezcla de ambas: tiene derecho a existir y, si se le da la oportunidad, arranca carcajadas y deja la sonrisa puesta. Peter Segal, habitual director de comedias, reúne en una pantalla a un par de actores que ya forman parte de la historia del cine: Sylvester Stallone, fajador nato, y Robert de Niro, que lo ha sido todo pero de quien últimamente sus fans ya no saben qué esperar.

Ambos, con toda la carga de años, éxitos y fracasos a sus espaldas,  recuperan dos personajes significativos en su carrera si bien, por muy scorsesiano que se sea, cuando se piensa en un boxeador de película el primero que acude a la cabeza viene en color y con inolvidable banda sonora. Stallone encabeza los títulos de crédito de esta película que cuenta además en su reparto con un extraordinario y divertido Alan Arkin y Kim Basinger, a quien no es que el tiempo haya respetado: es que se ha limitado a contemplarla poniéndose a sus pies.

Dos púgiles se enfrentan en dos ocasiones y cada uno gana un combate.  El definitivo nunca llega a celebrarse al retirarse uno de ellos sin que los motivos queden claros. Treinta años después, Billy “The Kid” McDonnen sigue amargado por no haber podido disputar esa pelea y Henry “Razor” Sharp por no haber superado el abandono de su carrera deportiva. La posibilidad de ese tercer encuentro supondría dejar atrás el pasado aunque a costa de despertar todos los rencores.

Semejante premisa podría haber dado lugar a un dramón de tomo y lomo pero La gran revancha no se toma en serio y es una aceptable comedia centrada en la conflictiva relación entre ambos y el hecho de que la vida les haya pasado por encima. Hay una historia familiar que explica lo ocurrido treinta años atrás y, a pesar de que el encuentro en el ring de esos cuerpos otrora atléticos, ahora vetustos, puede provocar más tristeza o vergüenza ajena que respeto, las situaciones que provocan la risa, sobre todo en su primera mitad, no son burlas. La Gran Revancha no vence por knock out ni a los puntos, pero no es una Boxing Movie y, a pesar de las inevitables referencias, ni Rocky ni Toro Salvaje, ni Scorsese, ni Avildsen, ni Stallone, ni de Niro salen malparados.

Y eso es bueno.


Ana Álvarez

martes, 28 de enero de 2014

El último de los injustos



Quizás el nombre de Pete Doherty no les diga nada a muchos. A algunos les vendrá a la cabeza Kate Moss, la que fue su pareja, popular modelo a la que según muchos acabó convirtiendo en drogadicta. Otros le reconocerán como cantante en solitario, o como miembro de grupos fundados por él como Babyshambles o The Libertines. De estos últimos probablemente unos cuantos recordarán que una de las canciones que componían uno de los discos del último grupo mencionado se llamaba “Arbeit Macht Frei” las mismas palabras que formaban el lema que se podía leer en los accesos de muchos campos de exterminio nazi. ¿De verdad hay que cavar tanto para acabar descubriendo algo tan presuntamente frívolo y ofensivo cuando vivimos en la era en la que un tweet enviado a destiempo puede provocar despidos o incluso linchamientos? Woody Allen decía que la combinación de tiempo y drama acababan formulando la comedia y sería absurdo que ahora nos lleváramos las manos a la cabeza porque un grupo de música británico decida titular una canción de pop-rock con unas palabras que evocan unos tiempos que demostraron que existen pocas figuras más terroríficas que el ser humano. Quizás porque como muchos decimos cuando narramos una anécdota curiosa o divertida “pierde mucho contada”, el tiempo nos insensibiliza y a pesar de que se nos avise de muchos de los horrores que ha causado el ser humano, es inevitable que aunque creamos ser conscientes de que sabemos cómo de grave son ciertos asuntos, realmente no lo seamos. Ahí se halla el enorme mérito de Claude Lanzmann. El encargado de crear la pieza documental de valor histórico Shoah, en la que una de las primeras frases que se puede escuchar es textualmente “No se puede contar. Nadie puede imaginar lo que pasó aquí”, estrena ahora El último de los injustos, otra pieza del mismo valor que de nuevo basa su éxito en testimonios o narraciones que se alejan de imágenes explícitas o recreaciones pero que consigue a través de ellas, paradójicamente, que queramos apartar la vista cuando realmente todas esos pasajes que queremos evitar solo están dentro de nuestra cabeza, de donde probablemente nunca más volveran a salir.



De las casi cuatro horas que dura El último de los injustos gran parte de su duración está dedicada a una entrevista que Lanzmann, en el proceso de elaboración de Shoah, le hizo a Benjamin Murmelstein, único jefe judío de los ghettos nazis que consiguió sobrevivir al Holocausto. Irónicamente, a pesar de conseguir sobrevivir a uno de las más terribles masacres jamás originadas, su supervivencia le conllevó tener que ser juzgado, insultado e incluso amenazado por muchas personas de su misma etnia que consideraban que al haber colaborado con los nazis, esto le hacía incluso peor que ellos. Lanzmann decidió entrevistarle cuando ya se hallaba exiliado en Roma, con el fin de aclarar un poco más el asunto. Casi 30 años después de Shoah, Lanzmann decide sacar a la luz estas imágenes que intercala con otras narraciones relacionadas con el Holocausto y que dan pie a situaciones dignas de una poesía terrorífica (como aquellos coches fúnebres que se utilizaban para transportar a personas vivas) o conceptos, que de no haber sido reales, serían dignos de los mejores Monty Phyton (como un anuncio de propaganda nazi que anunciaba un ghetto judio como si se tratara de Marina D'or).



El último de los injustos, como comentaba antes, sigue la misma estrategia que tan bien funcionaba en Shoah. Muchas de las declaraciones o narraciones van acompañadas de imàgenes actuales de aquellos lugares en los que se dieron aquellas atrocidades provocando sensaciones escalofriantes sin necesidad de acudir a lo explícito. Además en este caso, al estar situado en un presente mucho más actual que Shoah da pie a conclusiones tan curiosas como poder ver que en lugar en el que se masacraron a miles de judíos ahora haya un night-club, lo que una vez más nos recuerda lo temporal de cada situación. Por supuesto, todos estamos obligados a avanzar, ¿pero olvidamos? Lanzmann se encarga de leernos, literalmente, ciertas situaciones a lo largo del metraje. Donde quizás muchos vean falta de dinamismo o ritmo a otros quizás les sirva para recordar que Lanzmann, por encima de un extraordinario documentalista e historiador, es ante todo un autor.



De la misma manera que asistimos a un canto del Yom Kipur que pide el perdón para todos, a modo de reset, la que aparentemente será la última obra de Claude Lanzmann sobre el holocausto está directamente relacionada con la redención. Lanzmann parece emitir una admiración hacia Murmelstein, que queda reflejada en su actitud a la hora de entevistarle (con un trato que sigue siendo igual de incisivo que el utilizado en Shoah pero que parece mucho más colaborativo, al menos hasta llegar a su parte final) y evidenciada en el desenlace cuando desea que el “amigo mío” con el que se refiere el entrevistado al entrevistador, no sea solamente una simple expresión. En cualquier caso, y tomando las dos perspectivas con las que se puede mirar el caso de Murmelstein, El último de los injustos puede proporcionar dos lecturas. Por un lado hemos podido asistir a una enorme mentira de Murmelstein, a través de la cual ha intentado manipularnos (poco probable para el que escribe esto) o por otro lado podemos ser conscientes de que mucha gente condenó al ostracismo, y pidió incluso la pena de muerte, para un hombre que arriesgó su vida por ayudar a los suyos y que tras fallecer ni siquiera vio concedida su petición de ser enterrado junto a su mujer por ser considerado un traidor. Dentro de las opiniones de cada uno y su particular ética, lo que queda claro es que la parte terriblemente negativa de ambas conclusiones no está directamente relacionada con los horrores originados en el Holocausto.

Aron Murugarren

lunes, 27 de enero de 2014

Mientras haya electricidad, hay esperanza


(Presentimientos, Santiago Tabernero, 2013)
Presentimientos, segundo largometraje de Santiago Tabernero y adaptación de la novela homónima de Clara Sánchez, procura que transitemos  ─dentro de las claves del relato de intriga psicológica─ por el terreno nebuloso entre el sueño y la vigilia, lo inconsciente y lo real, en el que se encuentra Julia (Marta Etura), a causa  del accidente que sufre el primer día de sus primeras vacaciones en familia.
En ese viaje, por una parte interior y por otra compartido con su marido e hijo, irán aflorando la culpabilidad, el miedo, el deseo y la desesperación por encontrar la salida, por encontrar asidero cuando todo se tambalea, puesto que el viaje real  (a un complejo de apartamentos en la costa alicantina) tenía como finalidad solucionar un conflicto previo: la pareja que forman Julia y Félix (Eduardo Noriega), unos jóvenes de clase media que acaban de tener su primer hijo, se estaba resquebrajando.


Resulta, por tanto, que la chispa eléctrica que mantiene las relaciones candentes es, a menudo, difícil de mantener. Además, esa chispa es la misma que nos mantiene literalmente vivos, porque en el cerebro ─como asegura Jaime Chávarri en su papel fugaz de médico─  mientras haya electricidad, hay esperanzas de vida.
En la película se dan cita diferentes homenajes o guiños cinematográficos, unos más inmediatos que otros. La pareja protagonista se enamora en parte gracias a las últimas palabras de Nicole Kidman en Eyes Wide Shut; algunas imágenes de Marta Etura recuerdan a la Penélope Cruz de Jamón, jamón; el escenario  de la discoteca “La felicidad” y la actuación de  la solista Russian Red remiten al universo de David Lynch, aunque sin su poder magnético y perturbador. Los espectadores de series de televisión probablemente relacionarán la estructura del filme con los episodios en los que Tony Soprano vive su particular purgatorio.

Las escenas en las que se retrata la llegada al pueblo, al complejo vacacional y al apartamento están rodadas con bastante eficacia, de tal modo que enseguida el espectador se siente identificado con la situación. Más tarde, la energía  se mantiene en corriente continua, sin alteraciones en el voltaje, tal y como cabe esperar de una película de factura tradicional.
Un detalle significativo en el guion (elaborado por Santiago Tabernero y Eduardo Noriega) es que no se juega a la confusión entre realidad y sueño hasta el final, sino que se explica el misterio casi desde el comienzo. Parece, pues, que  de lo que interesa hablar es de la relación amorosa. El fantasma de Vertigo está siempre presente.


Estela Salazar

viernes, 24 de enero de 2014

FAVORITAS DEL 2013


  NO SON TODAS LAS QUE ESTÁN...

(Mis 10 favoritas)

 
LA NOCHE MÁS OSCURA (por abordar un tema muy peliagudo con honestidad y lograr una buena película)
THE MASTER (porque salí del cine maldiciendo a su director y acabé entendiéndola, gracias al debate que suscitó en el blog y a la crítica de Isabel)
BLUE VALENTINE (porque me pareció emocionante y nada maniquea)
ÉRASE UNA VEZ EN ANATOLIA (por su sutileza)
GENTE EN SITIOS (porque me identifiqué con su gente y con algunos de sus sitios)
DJANGO DESENCADENADO (por su efecto catártico y liberador)
MOVIE 43  (por lo mismo que la anterior)
SEARCHING FOR SUGAR MAN (por lo sorprendente de su argumento)
LA CAZA (por la interpretación de Mads Mikkelsen y su inquietante final)
MUD (porque parece La princesa prometida trasladada al profundo y violento sur de los EEUU)
LA VIDA DE ADÈLE (por mostrar con crudeza la dificultad de las relaciones sentimentales)
LE WEEK-END (por lo mismo que la anterior aunque en otra fase de la vida y con más sentido del humor)
 
...NI ESTÁN TODAS LAS QUE SON...
 Y aquí van dos películas que aparecen en casi todas las listas de las 10 mejores y que yo no acabé de digerir:
AMOR
TO THE WONDER
 Almudena Ramos.

Gente en sitios


 
gente en sitios

 Si en las películas de historias cruzadas, las distintas tramas van componiendo un puzzle en el que cada pieza encaja y cada personaje (protagonista en algunos momentos y secundario en otros) encuentra su lugar, en Gente en sitios de Juan Cavestany, los personajes parecen desubicados y vagan por las secuencias sin hallar ese hueco exacto donde acoplarse. Mas que a la composición de una ficción, asistimos a su deconstrucción o, incluso, a su destrucción: las piezas del puzzle se desprenden, se resquebrajan y, a veces, salen disparadas mostrando tras ellas “lo real”, ese concepto que daba título a la novela de Belén Gopegui en la que narraba el ascenso de un fingidor nato, un prestidigitador de la manipulación capaz de enterrar su verdadera personalidad y sus motivaciones bajo el barniz del triunfador.

 En La silla de Fernando, Fernando Fernán Gómez reflexionaba, recordando los años de postguerra,  sobre lo ingenuos que somos al creernos propietarios de nuestros bienes y dueños de nuestras vidas cuando el devenir de los acontecimientos nos lo puede arrebatar todo, dejándonos sin capacidad de reacción. La gente de Cavestany olvida cómo se bebe, cómo se anda o cómo se duerme y se ve envuelta en situaciones absurdas, divertidas, patéticas y terroríficas que, en el momento de desconcierto actual, nos resultan verosímiles. La crisis sobre la que el politólogo Juan Carlos Monedero hace una esclarecedora reflexión a bordo de un taxi, lo impregna todo y a todos.
 Con una puesta en escena funcional cercana a las grabaciones domésticas (cámara en mano, iluminación y planos poco elaborados) Cavestany rueda con sus numerosos actores en unas localizaciones desoladoras, esos sitios a los que alude el título y que se encuentran en la periferia de las ciudades (polígonos desiertos, urbanizaciones vacías) o en los espacios cotidianos más impersonales (el descansillo de la escalera, el cuarto de la caja de luces, el punto de encuentro de un Centro de apoyo familiar) y deja que lo real aflore. La angustia, el miedo, el estupor, la soledad, la confusión, el caos y todo lo que somos y sentimos, incluso a nuestro pesar, emerge al exterior y nos produce una sonrisa amarga. Mejor tomárselo con humor y confiar en que aparezca ese solícito personaje que nos enseñe a andar de nuevo.

 

 Almudena Ramos.

Homenaje íntimo



“Una vida sencilla” (“Tao jie”, Ann Hui, 2011) 

El cineasta clásico norteamericano Henry Hathaway esbozó una personal teoría sobre la “química de los actores”, según la cual de que esta fuera lo más lograda posible dependía el mejor o peor resultado de una película. La que experimentan la veterana Deanie Ip y el habitualmente hierático Andy Lau en “Una vida sencilla” es de una excepcional fluidez, aunque de una cualidad distinta a la que fundamentaba la visión de Hathaway, que iba más orientada hacia la erótica de la pareja protagonista o hacia la rivalidad del héroe y su antagonista que articulaban tantos relatos del Hollywood en el que trabajó. Esa cualidad, en la película de la curtida directora hongkonesa Ann Hui, es la de un vínculo afectivo entre una anciana y un joven en la treintena, pero que no es el de madre-hijo, sino el de una fiel criada de familia y uno de sus jóvenes miembros.

Una historia que, autobiográfica por la parte de su productor y coguionista Roger Lee, parte de un prólogo que describe el proceso de cuidados que ejerce la anciana sobre el joven Lee para, a partir de que aquella es víctima de una apoplejía, invertir los roles y exponer la nueva vida a la que ella se verá confinada en una residencia de ancianos mientras se va deteriorando su salud, siempre bajo la tutela del joven. 

Todo acontece con un ritmo distendido, en un relato marcado por la naturalidad en la forma de encarar el ciclo de la vida (influencias del taoísmo y el budismo zen, junto con la peculiaridad de que la protagonista sea católica), pudoroso en sus momentos más dramáticos, con colores más bien apagados, pero que saber da cabida a notas humorísticas y a una sobria celebración de los placeres de la comida. Y si bien estamos ante una narración muy orientada hacia lo esencial, se deslizan algunos pocos reflejos de la masificada vida en Hong-Kong, con sus viviendas como colmenas.

La conclusión es emotiva y escueta. Los cineastas, en una elección de gran elegancia moral, toman a un personaje cuyo rol ha sido hasta entonces fundamentalmente cómico para rendir el último tributo a la protagonista, al modo en que Minnelli reformulaba a Dean Martin y su jocoso sombrero para un idéntico propósito al final de “Como un torrente”. 

Deanie Ip recibió por su papel la Copa Volpi a la mejor actriz en el ya lejano festival de Venecia de 2011.

Javier Valverde

miércoles, 22 de enero de 2014

La gran belleza de Paolo Sorrentino


“Viajar es muy útil, hace trabajar la imaginación. El resto no son sino decepciones y fatigas. Nuestro viaje es por entero imaginario. A eso debe su fuerza. Va de la vida a la muerte”. Así empieza La gran belleza, con una cita de Louis Ferdinand Celine y su obra Viaje al fin de la noche. Y ahí está el tono de la película de Paolo Sorrentino. Un “viaje imaginario” por el estado anímico de Jep Gambardella (Toni Servillo), un periodista de la elite social y cultural romana además de autor de una única novela. Al igual que hizo con Cheyenne (Sean Penn), antigua estrella de rock, en Un lugar donde quedarse, Sorrentino crea un universo especial para el personaje y después ‘ilustra’ su viaje vital.

Esta vez el universo de Jep Gambardella es creado en una Roma nocturna muy especial, una ciudad mítica que ha sido filmada a lo largo de la historia del cine, representada. Y no se queda con la Roma neorrealista de Rossellini sino con los ecos de la Roma de Fellini… pero en el siglo xxi. Una Roma de contrastes. Una Roma de percepciones. Una Roma imaginaria en el inconsciente de Gambardella. De esta manera Sorrentino convierte a la ciudad en un personaje igual de vivo y complejo que el propio Gambardella. Tanto es así que lo primero que presenta, antes que el personaje, es Roma.

Las primeras imágenes de La gran belleza atrapan la esencia de la película de Sorrentino. Sin embargo en ellas no aparece el protagonista ni su trouppe de amigos y conocidos. Conocemos el universo que atrapa a los personajes, Roma, una ciudad que amanece. Sus gentes, sus monumentos y sus ruinas. Un cañón es disparado. Los turistas madrugadores, mujeres solitarias leyendo la prensa. Unas campanas… un coro femenino que ensaya. Un sin hogar en un banco. Un hombre que se lava en la fuente. Un autobús de turistas japoneses que empiezan su visita a la ciudad… Uno de ellos se aleja del grupo y de la explicación de la guía. Lleva una cámara de fotos. Se para frente a una enorme balconada que deja ver la belleza de una Roma que despierta, los tejados. Saca fotos y sonríe. Se quita el sudor de la frente y cae desfallecido. El coro sigue cantando. Un momento de gran belleza con la presencia de la muerte. La fragilidad del ser humano que en cualquier momento puede quebrarse, en el momento más hermoso. De la vida a la muerte. De pronto un grito rompe la tranquilidad de la escena… Asistimos a la fiesta alocada hasta el amanecer en la terraza del protagonista pero tardaremos bastante en saber quién es…

El escritor Jep Gambardella nos recuerda a un Marcello Rubini (Marcello Mastroianni, sin adjetivos) que se ha hecho mayor y sigue, sin embargo, pululando por la noche romana consciente de su propia decadencia y desgaste como de la de todos los que le rodean. La gran belleza es una dolce vita del siglo xxi. Aun así, él sigue buscando aquello que le haga de nuevo escribir una segunda novela, la gran belleza. Mientras es un periodista cínico capaz de burlarse de sí mismo o de artistas que realizan perfomances a lo Marina Abramovic o de abrir los ojos (sin piedad y con crueldad) de una amiga aburguesada que se tilda rebelde, o de atesorar un recuerdo de juventud que quizá dé un sentido a lo vivido… Es cruel y tierno. Despreciable y triste. Interesante y frívolo. Divertido y patético. Sabio y estúpido. Playboy y romántico… Jep se siente cada vez más mayor y desencantado pero no puede dejar la noche… Roma le atrapa. Una Roma nocturna llena de personajes singulares… Y Sorrentino atrapa a los espectadores con una fuerza visual hipnótica y una música que envuelve. Y logra captar la gran belleza, esa que convive también con lo sórdido, con lo decadente, con la nada… Una Roma en la que se encuentra lo más tradicional y antiguo con una modernidad que arrasa con todo. Una Roma donde se siente lo frívolo y superficial pero también lo más espiritual y trascendente. Una Roma de contrastes donde pasea el turista, el solitario, el sin hogar, el intelectual vacío o el corrupto silencioso. Una Roma que arrastra una historia de desencanto político y social…


En todo viaje imaginario entra el inconsciente. De eso entendían los surrealistas. Hay una anécdota sobre una jirafa que desapareció misteriosamente en un jardín. La jirafa fue creada por Giacometti y sus manchas contenían unos textos de Luis Buñuel (existe cierta querencia por este animal por parte del realizador que tiró una jirafa por la ventana en La edad de oro). La jirafa era un artilugio, ideado por ambos artistas, para sorprender y para decorar una fiesta de unos nobles franceses (‘productores’ del cineasta aragonés), los Noailles. También Gambardella se topa con una jirafa de carne y hueso en unas ruinas romanas… y un mago la hace desaparecer ante sus ojos… Lo bello, lo inconsciente, lo imposible…, la libertad dentro de los viajes imaginarios, interiores, que van de la vida a la muerte. Jep Gambardella ‘viaja’ entre la lucidez y lo inconsciente, entre la realidad y lo imaginario, su mente se encuentra entre dos mundos… A veces reposa en su cama y mira el techo que se transforma en un mar azul. Quizá el único sentido de su vida es encontrar esa gran belleza… pero está tan cansado…

Isabel Sánchez

domingo, 19 de enero de 2014

The Wolf of Wall Street



“He conocido a hijos de puta a lo largo de mi vida. Hablo de estrellas de rock, atletas profesionales, gángsters... Les aviso, tipos malos. Pero este tipo, mi buen amigo Jordan Belfort, es el peor que he conocido.”. Generalmente cuando a una película le acompaña el epígrafe que reza “basada en hechos reales” suele suponer, en la mayoría de ocasiones, que la historia que se va a narrar tiende al melodrama y que si se ve dotada de un mínimo de calidad es muy posible que se vaya a ver galardonada por algún premio de crítica o público. La última película de Martin Scorsese sigue la linea de películas como Dolor y Dinero o Philip Morris, ¡Te Quiero! y a pesar de narrar sucesos reales (y trágicos) lo hace desde la comedia. Nada mejor para ilustrarlo que advertir que la cita que inicia este párrafo está dicha por el auténtico Jordan Belfort, personaje protagonista que interpreta Leonardo DiCaprio en The Wolf of Wall Street, que hace un cameo en este largometraje.

Antes de comenzar a diseccionar la película me veo en la obligación de destacar la figura de Leonardo DiCaprio. ¿Existe todavía alguna persona que no esté convencida de que es uno de los mejores actores de su generación y de la actualidad? Interpretando a Jordan Belfort, DiCaprio se ve obligado a adoptar diferentes poses y caracterizaciones a lo largo de las tres horas que dura el film. Desde el intimidado y emprendedor joven que conocemos en el prólogo, hasta el histriónico desmadrado (con su particular progresión) en el que acaba transformándose, pasando por uno más paranoico (afectado por las drogas) e incluso demostrando que está suficientemente dotado para el slapstick en una de las secuencias más memorables de film, el antaño ídolo juvenil demuestra una vez más su enorme talento.

Al inicio mencionábamos que The Wolf of Wall Street sigue la tendencia que marcó el año pasado Dolor y Dinero pero las similitudes con esa película no quedan ahí. Siguiendo una estructura muy similar la película de Scorsese nos cuenta la historia de Jordan Belfort, una especie de Jesucristo moderno que debe convencer a sus cientos de apóstoles de que la religión de la selva de la bolsa es la que deben seguir. La diferencia entre la historia del culturista ambicioso interpretado por Wahlberg y la del corredor de la bolsa predicador interpretado por DiCaprio (además de su conclusión, algo que trataré más adelante) es que la primera contenía a la mitad de la película la clásica secuencia de montaje en la que a sus personajes todo les empieza a salir bien y disfrutan de los privilegios que nos tememos, más temprano que tarde, perderán. The Wolf of Wall Street no contiene esa secuencia. Es esa secuencia durante tres horas. Si el arte de hacer un trailer consiste en reunir aquellas escenas más impactantes o destacables de una película, elaborar el de The Wolf of Wall Street habrá sido uno de los trabajos más fáciles jamás creados. O todo lo contrario.

En el desarrollo de la mayor parte de las historias llega un momento, que muchos manuales de guion definen como “crisis”, en la que los personajes ante el desarrollo de los acontecimientos y tras haber tenido un aviso serio deciden replantearse las cosas y tratar de alcanzar su objetivo. Jordan Belfort es un personaje que decide no aceptar esa crisis. De los casi 180 minutos que dura el film, exceptuando los primeros 15-20 minutos (el prólogo y el origen de Stratter Oakmont), el resto no dejan de ser pequeñas crisis que Belfort no deja de ignorar. Mientras tanto, el desfase sigue aumentando hasta limites insospechados.

Hace poco David Chase, creador de Los Soprano, hablaba de uno de los mayores enigmas de la serie y reconocía que ni él mismo tenía respuesta para él. No podía contestar si la serie que originó a Tony Soprano era un drama o una comedia. Terrence Winter, guionista de la serie durante cinco años y además creador de Boardwalk Empire, ha sido el encargado de adaptar la novela de Jordan Belfort del mismo nombre que esta película. Cualquiera que haya disfrutado de alguno de los capítulos de la serie que marcó el inicio de (como muchos llaman) "la edad de oro de las series de televisión", verán varios paralelismos con ella en este largometraje. Independientemente de que durante dos horas y media de las tres que dura el film hayamos estado riéndonos, cuando se acerca el final una ruptura de tono será protagonizada por Jordan Belfort y Naomi Lapaglia al estilo de las que protagonizaban Tony Soprano y su esposa Carmella. Todos aquellos que defiendan la absurda afirmación de que “la televisión es el nuevo cine” (cuando siguen siendo dos formatos completamente diferentes en los que se reúnen obras maestras e historias mediocres) probablemente se encuentren en una enorme confusión al ver esta película y asistir a cómo “el cine es la nueva televisión que es el nuevo cine”.

Teniendo en cuenta que Jordan Belfort es el “mejor entrenador en ventas”, no sería descabellado pensar que toda la historia está manipulada a través de su perspectiva. Al fin y al cabo, ¿quién mejor para vendernos una historia que él? Más allá de la voz en off o que en ocasiones el personaje interpretado por DiCaprio se dirija directamente al espectador recordándonos que él es el narrador, un detalle tan nimio como que al inicio de la película, cuando comienza a contarnos su historia, el color de su coche cambie cuando él lo rectifica, hace inevitable que se me pase esta teoría por la cabeza que en cualquier caso no afectaría demasiado a la historia que Scorsese y Winter quieren contar: la de un tipo cuya ambición y codicia solo se ve superada por sus adicciones (drogas, sexo o simplemente aplausos).

A pesar de todas las desgracias que le puedan suceder a Jordan Belfort y lo fácil (y hasta cierto punto coherente siguiendo la estela de este tipo de historias) que hubiese sido finalizar la película castigando al falso profeta que acabó convirtiéndose en Judas, Terrence Winter y Martin Scorsese nos cuentan a través de una pequeña secuencia protagonizada por el personaje interpretado por Kyle Chandler (que es antagonista hasta en su interpretación, su calma y actitud comedida es un elemento que choca con el resto de la película) que transcurre en el metro, que el personaje interpretado por DiCaprio es el único ganador del film. Al menos, él ha podido disfrutar del viaje. Y nosotros con él. La manera de llevar a la pantalla el número de adicciones que recopila Belfort (y Azoff, y Hanna, y...) es contagiosa hasta el punto que el que escribe estas líneas ya ha visto la película dos veces y es completamente consciente de que aun le quedan unas cuantas más hasta que consiga calmar el mono.

Aron Murugarren


sábado, 18 de enero de 2014

CINE 2013

Mis diez películas del 2013, en ningún orden en particular:

Amor, de Michael Haneke
Searching for Sugar Man, de Malik Bendjelloul
La noche más oscura, de Kathryn Bigelow
La gran belleza, de Paolo Sorrentino
Prisioneros, de Denis Villeneuve
Juerga hasta el fin, de Evan Goldberg y Seth Rogen
A puerta fría, de Xavi Puebla
The Master, de Paul Thomas Anderson
La vida de Adele, de Abdellatif Kechiche
Berberian Sound Studio, de Peter Strickland

José Colmenarejo

viernes, 17 de enero de 2014

En pie y vencerás



Combates, ajustes vengativos y exhibiciones marciales son más que suficientes para llenar los cines de las latitudes más orientales, y ha sido cuestión de tiempo que el director chino más occidentalizado terminase por acercarse al género más destacado de su país, pero a Wong Kar-wai no le seduce el desfile de piruetas en el aire como para servirlo de plato principal, la elegancia tan ajena a este género que saca a relucir en The Grandmaster acerca los valores del confucianismo chino a las artes marciales como forma de vida que fija modales existenciales y pautas de valor social.

El artífice de In the Mood for Love y 2046, y uno de los mayores estetas del cine contemporáneo regresa a las artes marciales tras Ashes of Time acompañado de la mano de su actor fetiche, Tony Leung Chiu Wai, para dar forma a la vida de Yip Man, conocido también como Ip Man, y más aún por ser quién acabaría enseñando Kung Fu en las calles de Hong Kong al mismísimo Bruce Lee.

Wong Kar-wai sin embargo se desvía de la sendera propia del biopic para explorar las raíces del kung-fu y su lugar en la historia de la China de principios del siglo XX. Conocemos a Ip Man a través de varios episodios de su vida, desde su acomodada existencia en la ciudad de Foshan, su ocaso por la irrupción de la Guerra sino-japonesa, a sus espaciados encuentros en el tiempo con Gong Er (Zhang Ziyi), hija del maestro de las artes marciales del norte Gong Yutian, quien repara antes que nadie en las habilidades de Ip Man. El protagonismo de la bella Gong Er cargada de seguridad y altanería pronto ensombrece la figura de un protagonista impenetrable y desprovisto de emociones punzantes. The Grandmaster no es la historia de un gran maestro, si no de dos que optaron por diferentes sendas en la sucesión de su arte y en el transcurrir de la vida, Gong Er aporta ese plural del título que el mercado internacional ha decidido ignorar.

Kar-wai bucea en la amargura y la pasión que mantiene cautivos a estos dos personajes centrales, sumidos en la complicada historia de amor de quienes se autoimponen un régimen estricto de infelicidad, y es que no puede dejar de adentrarse en los temas que siempre han marcado su cine; desamor, deseo, melancolía e infelicidad entretejidos con verdadera lírica.

Las coreografías en el aire son las más estilizadas y hermosas secuencias de kung-fu que ha dado el cine, el particular estilo estético y visual logra una sobrecarga sensorial para el espectador que contempla a sus protagonistas como bailarines en vez de fieros combatientes. Sin embargo, la belleza de sus planos milimétricamente estudiados y su poética banda sonora no es en este caso suficiente para evitar que el espectador se extravíe en una densa narración que utiliza rótulos y voz en off para cubrir las lagunas del texto.

El kung-fu -relata Ip Man a un amigo que se encuentra en la sombra y no logramos vislumbrar- son dos palabras, horizontal y vertical, la deshonra y la gloria. En el Kung Fu, al igual que en la vida, hay que mantenerse en pie… si no, pierdes"Si la fuerza de un gran maestro del kung-fu solo puede venir a través de la autodisciplina, el mismo supuesto adopta Wong Kar-wai para su trabajo,  ejerciendo una intrincada lucha por vencerse a sí mismo en cada uno de sus films.

Marta Alonso

jueves, 16 de enero de 2014

LISTA DEL 2013 ESTRENADAS EN CINES:


Película a nivel internacional:


*Gloria:  Sebastián Lelio

* Nymphomaniac. Volumen 1:  Lars von Trier

*Tabú:  Miguel Gomes

*Ayer no termina nunca:  Isabel Coixet

*La plaga:  Neus Ballús

*La gran belleza:  Paolo Sorrentino

*La jaula de oro:  Diego Quemada-Diez

*Mapa León:  Siminiani

*La vie d'Adèle:  Abdellatif Kechiche



Película a nivel nacional:


*Ayer no termina nunca:  Isabel Coixet

*La plaga:  Neus Ballús

*Mapa León:  Siminiani

*Todos queremos lo mejor para ella:  Mar Coll

*Ilusión:  Daniel Castro

*El muerto y ser feliz:  Javier Rebollo

*Caníbal:  Manuel Martín Cuenca

*La Herida:  Fernando Franco

*Los Ilusos:  Jonás Trueba

*Diamantes negros:  Miguel Alcantud


No soy muy amante de las listas pero este año me he animado a subir una posible lista de lo estrictamente estrenado en salas comerciales de nuestro país. Por eso se me quedan fuera muchas películas que también deberían estar: Amour, Searching for Sugar Man, La bicicleta verde, Lore, La casa  Emak Bakia, Camille Claudel, PrisionerosPor otro lado, estarían las películas vistas en festivales como en el de Sitges: la última de Jim Jarmusch: Only Lovers Left Alive , la deliciosa película de animación Cheatin', o la etérea La fille de nulle part; El hombre que estaba allí, visionado en el Festival de Cortometrajes de Astorga, VidaExtra que pude disfrutar en el último festival Márgenes, Hawaii en el último LesGaiCineMad , Otel·lo (Otello) exhibido en el Festival de la Boca erótica de Madrid, las propuestas del Littlesecretfilm por todos alabadas por la libertad apabullante del proyecto; Alegría de Cádiz disfrutada gracias a CineMad;  The Act of Killing  en Documenta, por no hablar del mundo del cortometraje con: Misterio, Fallas 37. El arte de la guerra, El juego de la memoria, Democracia, Oh Sheep¡, La gallina, Sé villana. La Sevilla del diablo, Meeting with Sarah Jessica y muchas más que se quedarán en el tintero, por eso no me gustan las listas, je, je...

Diana Callejas
Nymphomaniac vol. 1: Lars y el sexo.


Por fin se ha estrenado en nuestra cartelera, la última película del siempre controvertido Lars Von Trier: Nymphomaniac vol. 1. Precedida de una campaña de marketing minuciosamente cuidada, en la que se ha dosificado la información sobre el film en pequeñas cápsulas audiovisuales, a un público ávido de imágenes del director danés, cuya marca de la casa es crear polémica, o mejor dicho, no dejar a nadie indiferente ante los planteamientos cinematográficos que nos ofrece, en Nymphomaniac vol. 1 Lars Von Trier, se acerca al mundo del sexo con su particular caleidoscopio de visionado.

A partir del encuentro fortuito entre Joe –encarnada por Charlotte Gainsbourg su actriz fetiche de sus dos últimas películas: Antichrist (2009) y Melancolía (2010)-, y Seligman, interpretado por el actor sueco Stellan Skarsgård, al que también vimos en Melancolía-, surge una peculiar relación, basada en las confidencias sexuales y sentimentales poco convencionales, que ella ha tenido a lo largo de su vida, relatadas a un desconocido que la ha recogido de la calle, y que sorprendentemente, intenta desdramatizar de una forma natural, todas las acciones que ella narra con profundo pesar. Como si de un confesionario se tratara Joe, explica de una manera explícita a su interlocutor, cómo desde una edad muy temprana, ella y su mejor amiga, ven el sexo como un divertimiento más, del que hay que formar parte sin miramientos, intentando siempre satisfacer su propios deseos a costa, en ocasiones, de hacer daño a los demás. Pero Seligman, lejos de ser un confesor dogmático, viendo pecado/culpa a diestro y siniestro, normas inculcadas desde pequeños a todos en la sociedad católica o protestante, salva las espinosas situaciones a través de su forma de concebir el mundo, donde prevalece el deseo del ser humano, por encima del de un Dios castigador que nos someterá al fuego eterno por nuestros malos hechos realizados en nuestra vida terrenal.

Porque lo que nos viene a plantear Lars en su película es hasta qué punto, una acción en la que dos seres humanos estén de acuerdo en hacerla, como es el acto de mantener una relación sexual, en un aquí y un ahora, puede resultar dañino a ojos de una sociedad puritana como en la que nos ha tocado vivir. Nos pone múltiples casos pasados por la protagonista, desde su adolescencia, donde se juega con su mejor amiga una bolsa de chocolatinas a ver quién se acuesta con más hombres en un tren durante un trayecto concreto, hasta la historia que mantiene en su juventud con un hombre casado, que ni corto ni perezoso, se traslada a vivir a casa de la protagonista sin previo aviso y para guinda del pastel se presenta su mujer –Uma Thurman en una de las secuencias claves de la película, con una actuación digna de mención- y su hijos para testimoniar en directo la huida del padre de familia a la casa de una díscola mujerzuela. Ante tal guirigay de acontecimientos, Seligman, lejos de condenar esos hechos, muestra los diversos pliegues que puede tener un ser humano, mientras Joe los cuenta apesadumbrada y casi deseosa de la típica regañina por parte de unos ojos objetivos fuera de su ámbito más cercano, se encuentra descolocada cuando su partener los relee desde una postura libre de prejuicios o juicios de valor tradicionales, donde existen una gran cantidad de hechos marcados por el sello de PROHIBIDO REALIZAR puede molestar la sensibilidad de la sociedad.

Resulta realmente apasionante la dialéctica entre los dos personajes, que a través de acertadísimos flash-black, van contextualizando al espectador en los hechos pasados, pero sin perder en ningún momento el pulso con el presente. Todo el film aparece dividido en capítulos, una forma narrativa común en la obra de Lars, un verdadero maestro en traer a colación, temas que aparentemente no tienen mucho que ver y que sin embargo, a través de los hechos ocurridos en sus films, nos demuestra que existe un paralelismo irrefutable entre ellos. A través de sus personajes objetiviza esos conceptos abstractos y los dota de una dimensión totémica de la sociedad: en Melancolía, por ejemplo, era contraponer el sentimiento de la melancolía con el cosmos a nivel astrofísico o yéndonos más atrás en su filmografía, en Los idiotas (1998) era la minusvalía y su interpretación en la sociedad del momento, ahora le ha tocado el turno a la ninfomanía y el concepto de culpa/pecado, intrínseco al ser humano.

El marketing aludido al comienzo de nuestra crítica, ha llevado a circunscribir la película al género pornográfico, por su sexo explícito entre sus actores, cargado de rumorología sobre la realidad o no de la fisonomía de los mismo, algo colateral que no despierta mayor interés entre el público embarcado en su ficción. Lejos de obsesionarse por  el aspecto físico del acto sexual en sí, Lars, en su volumen 1 trata la ninfomanía como un trastorno más a nivel psicológico del personaje protagonista. Resulta interesante, pararse a reflexionar como ciertas patologías, tienen cabida en el entorno cinematográfico de una manera casi fisiológica, innata al ser humano como el alcohol o las drogas, mientras que otras adicciones como la ludopatía, la vigorexia o la propia adicción al sexo, tiene un reflejo cinematográfico mucho menos considerable.  A brote pronto, nos viene a la memoria, Días de vino y rosas (1962), Leaving las Vegas (1995) o Réquiem por un sueño (2000) en cambio sobre la ludopatía, la vigorexia o la propia adicción al sexo nos costaría encontrar una decena de películas que a lo largo de la historia del cine hayan tratado de estos problemas de una manera exclusiva. En el caso de la adicción al sexo, hay dos visiones muy marcadas de cómo enfrentarse al tema: la observacional como es el caso de Shame (2011) o la de tono jocoso como Thanks for Sharing (2012). Todavía parece que exista un cierto tabú a la hora de hablar de sexo de una manera natural, y mucho más si se trata de una anormalidad, donde sus protagonistas están fuera de toda redención. En cambio en Nymphomaniac, se le da una vuelta de tuerca al concepto, planteando que lo realmente insano es el concepto del Amor, tramposo y traicionero que juega con las medio verdades-mentiras, creando una inestabilidad en el que lo sufre, lejos del aquí y el ahora que plantea el acto sexual mucho más sano y puro, que aporta al ser humano una satisfacción necesaria en su pleno desarrollo en el mundo. Sin duda hay que destacar, como el director danés sabe introducirse dentro de la mente de una mujer, sin importarle el qué dirán, encara temas controvertidos, dotando a la mujer de una valía y unos rasgos psicológicos asociados tradicionalmente al hombre, en cambio en sus films el hombre queda en un puesto secundario, como ocurría en Antichrist.   

Con una factura cinematográfica exquisita, marcada por interiores acogedores, a pesar de su parquedad decorativa, y exteriores simbólicos, como el parque por el que la protagonista paseará a lo largo del film encontrando a su Amor en él. La Naturaleza está muy presente, en la obra de Lars y en esta ocasión no iba a ser menos. La chocante relación establecida entre la forma de pescar a mosca y la forma de pescar de Joe a sus hombres, quedará en los anales cinematográficos, ya que nos dará la vuelta a la tortilla, porque no estamos ante una pesca con anzuelo punzante, dolorosos y cruel como la planteada por Kim Ki-duk en La Isla (2000), sino ante una pesca a mosca juguetona y pícara que nos hará tragar el cebo muy gustosamente.

Al igual que la Naturaleza, la Música juega un papel fundamental en las películas del director danés, en este caso, su comparativa musical/amor/sexo/polivisión, es de una ingeniosidad que deja al espectador un tanto estupefacto en sus asientos.

No podemos terminar esta crítica sin hacer una breve distinción a la interpretación de la poco conocida Stacy Martin como la joven Joe, el olvidado Christian Slater como el padre de Joe o Shia LaBeouf despegando de su papel de Transformers.

Tras todo este cúmulo de aciertos, el único pero que podemos encontrarle es si estará el volumen 2 a la altura del primero. El 24 de este mes de enero saldremos de dudas.

Diana Callejas