miércoles, 30 de abril de 2014

9 meses… de condena de Albert Dupontel



La herencia del slapstick, la pura comedia física, puede rastrearse en 9 meses… de condena y es su punto fuerte. Desde los tiempos de Mack Sennett, Charlie Chaplin, Buster Keaton, Fatty Arbuckle o Harold Lloyd…, la bufonada, el bullicio, la payasada que se deriva del dolor, la caída, el golpe, el tartazo (sí, de lanzamiento de tarta), el malabarismo, el lenguaje corporal extremo… ha provocado la risa en el respetable público. La tradición del trastazo ya venía de lejos, desde la commedia dell’arte o el vaudeville. El slapstick salvaje ha derivado también en un humor donde conviven el delirio y la absurdez. Los herederos del slapstick han ido de Peter Sellers a Jerry Lewis pasando por Jim Carrey. Y ahora el actor y director francés Albert Dupontel sigue con esta tradición y crea efectos visuales que dan como resultado una comedia física extrema con aires de humor negro y crítica social.

Si vemos su trayectoria como director, Dupontel siempre ha puesto como protagonistas de sus obras a hombres que son marginados sociales, así 9 meses… de condena no es una excepción. Dupontel es un delincuente, un excluido social, que ha sido condenado por un horrible robo con violencia del que él se declara inocente. El director describe sus películas como dramas graciosos y explica que trata de “hablar de los sesgos de la sociedad con una nariz roja”. Por eso el cine de Dupontel despista e incluso a veces provoca en el espectador un extrañamiento al no saber si está viendo una payasada extrema de mal gusto o si realmente hay donde escarbar. Y en ese complejo equilibrio se encuentra 9 meses… de condena.

El motivo por el cual Dupontel quiso contar la relación que se establece entre una jueza inflexible y un delincuente ‘tarado’ (tal y como le describe la protagonista) surge de un documental, 10ª sala: instantes de audiencia de Raymon Depardon, donde se siguen doce casos de una misma jueza. El documental muestra los procedimientos judiciales que se suceden en una misma sala en París que sirven además para analizar los comportamientos humanos. A partir de esa inspiración Dupontel crea una ‘extraña pareja’, otro elemento clave para la comedia, y se sirve del lío, del enredo e incluso de una premisa del screwball comedy. Y esa premisa es que el mundo de la jueza queda patas arriba cuando en su vida entra de lleno un hombre perteneciente a un mundo muy alejado del suyo (y es a las personas de ese mundo ajeno al suyo —ella vive como en una burbuja de cristal en su despacho y en su piso— a las que sin embargo juzga cada día…). Y como en toda screwball comedy tras el caos, viene la calma. Así el director y actor construye su particular drama gracioso donde apunta contra el sistema judicial y los medios de comunicación (entre otros frentes).

Además de la ‘extraña pareja’ (Sandrine Kinberlain y el propio Dupontel), inevitablemente y de la manera más absurda —en una noche de borrachera de la jueza— unidos para siempre, Dupontel crea dos excelentes secundarios que también juegan con el tono de esta comedia física. El juez engreído que recibe más de un golpe salvaje en su cabeza (Philippe Uchan) y el exaltado y divertido abogado tartamudo (Maître Trolos). El director (también guionista) refleja un pequeño universo de personajes grotescos como el anciano millonario (una y otra vez seccionadas sus extremidades de la manera más absurda) o crea cameos brillantes para colegas de la profesión como el de un peculiar intérprete de lenguaje de signos (Jean Dujardin) o un asesino en serie con cara temible con costumbres culinarias peculiares (Terry Gilliam).

Así por otra parte Albert Dupontel trata de buscar soluciones visuales y una puesta en escena que dan una original factura a la película. Así el principio muestra un plano secuencia: una fiesta de fin de año en el palacio de justicia donde la cámara va siguiendo a un globo, que sale volando por una ventana del habitáculo donde se sucede el jolgorio y nos lleva hasta un pequeño despacho. Ahí se encuentra encerrada la protagonista entre cientos de expedientes ajena a la diversión y contándonos su filosofía de vida. O está también muy bien resuelta la escena en que la jueza va a ver los vídeos grabados por las cámaras de seguridad de precisamente esa noche de fin de año, donde descubrirá qué fue lo que le pasó esa noche de amnesia…, las cámaras reflejan su paseo nocturno…

9 meses… de condena queda así como un híbrido extraño de drama gracioso y extremo, con tendencia a la comedia física, unas gotas (podía haberse ahondado más en este punto) de crítica al sistema judicial y a los medios de comunicación, con humor negro y algo de gore. Y por qué no decirlo… incluso con sus momentos de ternura.


Isabel Sánchez

3 comentarios:

  1. Querida Isabel:
    Como siempre es un placer leerte, ver como estructuras tus textos y lo mucho que se aprende con ellos, aquí con un repaso al slapstick y al screwball comedy. Es una premisa desde luego muy divertida y los secundarios de lujo - me estoy imaginando a Dujardin en blanco y negro! Creo que me gustará verla. Gracias.
    Abrazos,
    Pilar

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  2. Pero ¡muchas gracias Pilar! El cameo de Dujardin es muy divertido. Es una comedia o drama gracioso (como dice Dupontel) extraña..., descoloca al espectador. Y a mí de vez en cuando me gusta que me descoloquen... Capté, además, cierta ternura... en esa extraña pareja rodeada de otros seres extraños... Los momentos de slapstick puro y su estructura de screwball comedy me llamaron mucho la atención y los disfruté bastante. Lo absurdo crea un espejo deformante de una realidad oscura.

    Besos y mil gracias
    Isabel

    PD: Cómo me apetece ver EL PASADO.

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  3. También he aprendido algo con esta crítica: desconocía la conexión con Depardon. Un texto muy completo, al que no puedo atacar ni con la peor de mis intenciones.

    abrazos,

    jordi

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