viernes, 18 de abril de 2014

El tren a ninguna parte de Jeremy Irons


Hay trenes que pasan una vez en la vida. Billetes que se pierden. Ferrocarriles que están llamados a ser un punto de inflexión en la biografía del viajero. Que se esperan eternamente... En Tren de noche a Lisboa encontramos, de nuevo, una versión cinematográfica de esta alegoría, una película a través de la que Bille August invita a reflexionar acerca de esas pequeñas decisiones que, aunque en apariencia son rutinarias e insignificantes, acaban desencadenando auténticas revoluciones.


Raimond Gregorius (Jeremy Irons) es un solitario e insomne profesor que enseña latín en una escuela suiza. Su monótona vida, tan gris como el cielo de Berna, se ve alterada cuando en su camino se cruza una joven que amaga con arrojarse a las frías aguas del río Aar. En un acto heroico, quizá el más heroico de su vida, Gregorius impide el suicidio de la mujer, que desaparece dejando olvidado un librito con las memorias de un autor portugués desconocido. El descubrimiento de esta obra de Amadeu do Prado representa un revulsivo vital para el maestro, que viajará en tren hasta Lisboa para seguir los pasos del escritor.
Basada en el bestseller Tren nocturno a Lisboa, de Pascal Mercier (pseudónimo del escritor y filósofo suizo Peter Bieri), la cinta de Bille August habla sobre la necesidad universal de encontrar sentido al tiempo que se nos ha dado; sobre la urgencia de actuar conforme a nuestro pensamiento (siguiendo el ejemplo del emperador y filósofo Marco Aurelio, que el propio Gregorious traslada a sus alumnos al principio de la película) y de vivir "aquí y ahora" de modo que la muerte no nos sorprenda "sin haber logrado lo que esperábamos de nosotros mismos".
Las reflexiones existenciales de Amadeu do Prado estimulan el espíritu de Raimond Gregorius. Sin embargo, la catarsis del personaje central, que en un principio promete convertirse en el eje sobre el que pivotará el argumento, no tarda en perder fuerza frente a las circunstancias sociales y personales que rodean a Do Prado: un aristócrata miembro de la resistencia contra la dictadura de Oliveira Salazar, que se enamora de una joven revolucionaria.
A partir de ese momento, el prometedor viaje a Lisboa se emborrona con una serie de personajes de escasa complejidad, que afrontan conflictos que se intuyen, pero que el guion no explica, y en los que, por consiguiente, tampoco profundiza.
Quizá porque la ausencia de tensión impide empatizar con las inquietudes, temores y esperanzas de los personajes (¿en serio el motivo del suicidio iba a ser ese?), el resultado es una decepcionante falta de evolución en todos y cada uno de ellos, incluido el propio Gregorius, cuya "insignificante vida" dista mucho de acabar pareciéndose al "extraordinario universo" que lo sedujo de Do Prado. Y no es una cuestión de interpretación. Precisamente, el punto fuerte de la película es Jeremy Irons que, además de ser el reclamo comercial para promocionar la cinta, defiende magistralmente su papel.
Junto a Irons, que ya había trabajado con el director danés hace dieciocho años en la adaptación cinematográfica de otra obra literaria: La Casa de los Espíritus, de Isabel Allende, en el tren de Bille August viajan actores como Christopher Lee (El Señor de los Anillos, Star Wars) y Charlotte Rampling (Melancholia, Portero de noche). La presencia de los tres intérpretes da consistencia por momentos a una película que, por lo demás, acaba resultando poco memorable.

Tamara Vázquez

3 comentarios:

  1. Pero ¡sale tan bonita Lisboa! Cómo me gusta esta ciudad. Te confesaré en bajito, Tamara, que yo disfruté la película. Billie August es cierto que no innova con su mirada sino que 'escribe' con elegancia y clasicismo una historia donde mezcla la situación política (dictadura de Salazar) con el melodrama sentimental. Tiempo pasado y presente se mezclan. Un pasado melodramático pero apasionado con un presente (en la figura de Irons, que qué bien está) adormecido y con miedo a actuar y aventurarse.

    Sí, probablemente pronto la olvide... pero me hizo pasar una tarde agradable y me provocó muchas ganas de volver a Lisboa.

    Besos
    Isabel

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  2. Parece que el trailer es mejor que el film, qué pena! tenía muchas ganas de verla, pero todo lo que leo me echa un poco para atrás, pese a que Isabel la disfrutara! Supongo que al no conocer Lisboa, no me llama tanto la atención, pero punto a su favor! Gracias Tamara por tu crítica que está realmente muy bien.
    Abrazos,
    Pilar

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  3. Tamara, tu crítica está muy bien, pero tengo varias objeciones que hacer. Para empezar te cuento mi relación con la película: cuando la vi, me pareció un modelo de cine viejo -la coproducción europea de prestigio con base literaria- que probablemente partía de un texto que tocaba todas las teclas más superfluas de lo literario para acabar explotando una situación que ha acabado convirtiéndose en tópico -el triángulo amoroso en tiempos revueltos: es decir, una vez más, "Casablanca"-. Entre que la vi y tuve que escribir sobre ella, empecé a sentir un poco más de simpatía por la película: es evidente que August cuenta bien la historia y dosifica bien la información en este relato que se mueve en dos tiempos narrativos, etc...
    Creo que en la primera parte de tu texto cuentas muy bien el sentido profundo de la película. Más adelante, has hecho algunas cosas que casi me dan un soplo al corazón, como lo de identificar a un gran icono como Christopher Lee a través de dos trabajos tan anecdóticos en su trayectoria como "El Señor de los Anillos" y "Star Wars". De hecho, el reparto de la película es irreprochable casi al completo: Bruno Ganz y Tom Courtenay son, también, figuras más o menos legendarias en la historia del cine europeo, mientras que Mélanie Laurent y August Diehl son primeras figuras entre el star-system europeo de última generación. Por tanto, Irons está lejos de ser el único reclamo interpretativo de la película.
    También me sorprende que te llame la atención el motivo del suicidio: imagino que eso depende del sentido de culpa de cada uno, pero a mí me parece un motivo de peso si no para el suicidio, sí para tener una percepción traumática de los orígenes.

    un abrazo,

    jordi

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