jueves, 5 de junio de 2014

Big Bad Wolves




Imagínemos. Chris Morris, Ethan Coen y Joel Coen son tres de tus mejores amigos. Hoy has quedado con ellos a las ocho pero antes, a las cinco, los tres han ido al cine. Morris ha decidido ver Prisoners y los hermanos han escogido La Caza. Cuando se juntan contigo decides preguntarles qué les han parecido las películas. Es muy posible que a través de sus explicaciones, interpretaciones e interrupciones te acabaran contando Big Bad Wolves. La segunda película de Aaron Keshales y Navot Papushado utiliza una premisa tan potente como el secuestro, y posterior asesinato de una niña, para reflexionar sobre hasta qué punto el uso de la violencia se ha normalizado como medio a la hora de buscar una solución a un problema. Todo ello con unos personajes más torpes de lo que se suponen y una ironía que dota al conjunto de un humor negro que en ningún momento se despega del ambiente. 

En el mockumentary Ocurrió cerca de su casa un grupo de personas decidían documentar el día a día de un psicópata. Según progresaba la trama el equipo que grababa la película se iba contagiando del “estilo de vida” de su protagonista, hasta el punto de que se convertían en cómplices de alguna de sus actuaciones. Todos los personajes de Big Bad Wolves reaccionan al uso de la violencia como si hubiesen asistido a aquel rodaje. Ninguno de ellos se hace mucho de rogar cuando se les propone utilizar la fuerza para conseguir sus objetivos. No es la primera vez que un concepto como ese es usado con finalidad cómica (God Bless America, Four Lions, Dolor y dinero...) pero el tono utilizado en esta película israelí es quizás su característica más reseñable. El que escribe estas líneas aun no tiene claro si asistió a la proyección de una comedia que sucedía en un contexto dramático o de un drama con personajes sacados de un entorno cómico. Una buena manera de intentar capturar el tono de la película sería escuchando la banda sonora de la misma (muy presente a lo largo de sus dos horas de duración) y sus constantes variaciones acordes a lo que sucede en pantalla. A pesar de una progresión cómica cada vez más evidente, en ningún momento se deja de lado el componente dramático de la historia. 

A pesar del seal of approval de Quentin Tarantino, quizás los mejores momentos de la película se encuentran justo en la antítesis de lo que ha hecho reconocible al director americano: cuando los personajes están en silencio. Desde el tenebroso arranque, hasta la preparación de una tarta con ingredientes demasiado específicos, los instantes en los que la película se ofrece más hipnótica es cuando plantea sus montajes musicales. En el debe de la obra de Keshales y Papushado queda desvelar demasiado pronto (de manera algo ambigua, eso sí) el enigma sobre la culpabilidad del presunto asesino. Esto unido a que el humor negro del film está más orientado a resaltar lo cotidiano dentro de lo grotesco, en lugar de al contrario, da cierta sensación de que los autores tampoco querían hacérselo pasar demasiado mal a sus espectadores. En estos últimos, también puede quedar un ligero poso de insatisfacción, al privárseles en su desenlace de ser testigos de las consecuencias que podían tener en sus protagonistas todo lo acontecido en la película (más allá de la más evidente de ellas). En cualquier caso, no olvidemos que esa hipotética insatisfacción no dejaría de casar con el concepto sobre el que gira la película.
 
Aron Murugarren

2 comentarios:

  1. Brillante arranque en esta crítica que, no obstante, deja de lado algún muy importante que podría haber sido un buen flanco para analizarla: su nacionalidad israelí y su capacidad para hacer una lectura bastante inclemente de la cultura de la violencia en ese contexto. Es una película muy empeñada en incomodar de puertas adentro (ese cowboy palestino, por ejemplo) y creo que has analizado sus virtudes y su capacidad de transgresión dejando la nacionalidad de lado, que en este caso es tan significativa por las alusiones directas (a la policía, a las relaciones palestino-israelís, al uso de la tortura, a las dinámicas familiares en la cultura judía, al ejército, etcétera..) como por la elección de un género y un tono que son toda una disonancia en el seno de esa filmografía.

    un abrazo,

    jordi

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  2. Hola Jordi.

    Esta vez no hay excusas. He de decir que por ignorancia respecto al contexto palestino-israelí, temor a quedarme en alguna vaguedad muy genérica y por falta de tiempo (logré conseguir Rabies/Kalevet, que tarde o temprano, acabaré viendo), decidí huir de ese aspecto, sin mirar atrás.

    Un abrazo.
    Aron.

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