Si hay un momento en nuestras vidas en que sentimos que las cosas
tienen un sabor tan serio que hacen quimérica cualquier existencia más allá de la
nuestra propia es la adolescencia, no hay grises, no hay intermedios, todo
resulta tremendamente definitivo y la película que creamos sobre nuestra vida
parece imposible de ser vislumbrada por ningún esmerado director, o no, porque para Ozon la adolescencia es un tema
muy serio, y para la jovencísima y enigmática Marine Vacth también. Joven y Bonita es la historia de su despertar
a la edad adulta a través de cuatro estaciones y cuatro canciones.
François Ozon retorna en Joven y
Bonita a un tema recurrente en su cine, un protagonista venido a sabotear
la plácida existencia de un elenco que se desestabiliza profundamente por la
fuerza de este personaje principal. Si en su último trabajo, En la Casa, era un joven adolescente el
agente provocador, en este caso se vale del deseo hacia lo desconocido de una
ambigua e impresionantemente bella muchacha para agitar y derrumbar los
cimientos de la clase media francesa desde un ángulo poco convencional.
Isabelle, contenida en los rasgos de una debutante Marine Vacth sin
cuyo brillante protagonismo la película hubiese sido ciertamente mucho menor,
esboza a través de miradas opacas y misteriosas la adolescencia, y no se lo
toma a la ligera. Este complejo periodo lleno de frustraciones, contradicciones,
siendo a la vez momento de experimentación y construcción de identidad la
conducen a bucear entre sábanas de hoteles de lujo para acabar llevando una
doble vida como estudiante de día y prostituta de noche. Nosotros somos
testigos íntimos de esta sexualidad emergente llevando el ángulo del voyerismo
de su previo trabajo a un territorio más sórdido pero sin caer en el erotismo
vulgar porque la intérprete recubre su mirada con la ingenuidad suficiente como
para escindir el deseo.
Al prostituirse, Isabelle sólo siente la necesidad visceral de
hacerlo, es una decisión personal que no viene determinada por ninguna necesidad
sexual, económica, o emocional, no hay presiones ni obligaciones, sólo el gusto
personal por hacerlo, el saber que puede hace que no se excuse ni se explique,
ni quizás precise conocer el por qué . Desconcertante cuanto menos al ser conscientes
de que la joven supuestamente no parece hallar ninguna gozo al sexo que
práctica o al dinero que acumula.
Ozon nos obliga a observar detenidamente a este opaco personaje para
que nos cuestionemos si el acto de Isabelle es uno de provocación, de
aprendizaje, hambre de experiencias, o una vía de escape como hubiesen podido
ser alcohol o drogas. Las explicaciones posibles son tantas como las miradas al
filme, pero la película y su director se esfuerzan en no dar respuestas. Es a
nosotros a quien se nos invita a conjeturar sobre los motivos y el juego de
contradicciones que sustentan el metraje, dejando por momentos a Joven y Bonita en un nivel tan
superficial y contrariado como la misma adolescencia.
Lo ciertamente brillante de la propuesta de Ozon es su determinación
de alejarse de cualquier juicio hacia la joven, abordando la prostitución sin
ningún tipo de subrayado, sorprende esto al ser un tema que siempre ha estado
dominado por acusaciones y valoraciones venidas de todos los lados.
En definitiva, Joven y Bonita
no indaga en las causas del comportamiento caprichoso de esta joven de
educación burguesa, si no que concede al espectador la oportunidad de asistir
al coqueteo lujurioso y al recreo libidinoso de una adolescencia en
descubrimiento donde la juventud y la belleza son las armas que dominan a la
edad adulta, y de eso Isabelle posee de sobra.
Marta Alonso
A François Ozon le conocí con 8 mujeres. Recuerdo que la película la vi en un festival y todos alrededor estaban descontentos (e incluso cabreados, muy cabreados) con lo que estaban viendo… Yo me quedé bastante cortada y perpleja… porque cuando terminó la proyección ¡a mí me había entusiasmado! ¡Me lo había pasado tan bien! Y además en mi cabeza sonaban todas las canciones que cantaban las actrices. Aún hoy me entusiasma 8 mujeres.
ResponderEliminarLa perplejidad me vino después al ver Swimming Pool y encontrarme algo totalmente distinto. No he visto toda la filmografía de Ozon, es más me queda bastante, incluida Joven y bonita (que has diseccionado de manera tan sensible que apetece correr a verla) pero siempre leo sobre sus estrenos. Es un director que me llama la atención. Así leo que Ricky es sobre un niño sobrenatural y me empapo de los dramas que cuenta El tiempo que queda (que me espera el dvd) o Mi refugio. O corro a la sala y me lo paso de miedo con Potiche, mujeres al poder y disfruto con la propuesta de En la casa.
Y lo que saco en conclusión finalmente es que a Ozon le encanta ‘jugar’ con la narración cinematográfica y ‘experimentar’. Se apasiona con las distintas formas de contar y posibilidades que le ofrece el cine a la hora de encarar una historia. Disfruta empleando distintas formas para contar lo que quiere. Sí, es un novelista de la imagen (no obstante varios de sus personajes son virtuosos en el empleo de la palabra, de la creación). Por eso sus películas ‘formalmente’ son tan distintas unas de otras porque a Ozon lo que le entusiasma es tener el poder de elegir infinitas maneras de contar una historia…
¡Menuda empanada me acabo de marcar!
Besos
Isabel
No es una empanada, Isabel. Creo que Ozon es un tipo de cineasta fascinante, sobre el que es muy productivo reflexionar. A mí me seduce que sea un director que parece no buscar la "obra maestra", sino que va haciendo cosas muy distintas y originales con una elegancia y una constancia que me recuerda a la de algunos escritores contemporáneos franceses como Amelie Nothomb y Jean Echenoz. Cuesta ver rasgos de estilo distintivo o temas recurrentes, aunque el que apunta Marta al principio de su crítica me parece interesante como factor de cohesión de una filmografía tan diversa y tan expresada en voz baja. Me gusta mucho tu crítica, Marta. De todos modos, yo creo que la película (o, por lo menos, el personaje), sí que explica por qué se prostituye: disfruta con la anticipación (con no saber a quién se va a encontrar) y con el recuerdo posterior de la experiencia. Para mí, pues, la cosa tiene que ver con la fantasía, con lo inasible, subjetivo y totalmente privado de la experiencia erótica. En ese orden de cosas, entiendo perfectamente por qué pide la tarifa (elevada) que pide a sus clientes: es un filtro para no encontrarse con experiencias desagradables. O para encontrarse con las justas.
ResponderEliminarun abrazo,
jordi
Me gusta la crítica, y comparto la opinión. A mi la película como tal no me pareció gran cosa, pero si la idea que subyace.
ResponderEliminarEn ese país tan avanzado en la sexualiad como es Francia, no nos llevemos a engaño nosotros vivimos en una sociedad totalmente reprimida sexualmente, puede entenderse mucho mejor la historia que cuenta.
Es puta, puta no me ando con eufemismos, porque puede, porque quiere, porque es libre. Una puta, alejada de las mafias, y la miseria que suele acompañar esta profesión (la más antigua del mundo)
Soy un defensor de la belleza, y de los atributos físicos. Cada vez esta más demostrado, que características, como el oído musical, la capacidad matemática, o el don del dibujo son condicionados por nuestra genética. Y si ellos usan en su beneficio, por qué no hacerlo tu que eres guapa?
Bravo por ella, por su valentía, por ser libre.
A otros la libertad se nos pierde entre las fórmulas de un excel y presentaciones de powepoint...
- manu