La frase con la que empieza Ana
Karenina se cuela subrepticiamente en el pensamiento del espectador de ¿Qué nos queda? a poco que la recuerde.
Es inevitable que una idea tan sombría se abra paso en cuanto se conoce a los
Heidtman.
Lo que parece una tranquila
reunión familiar, aprovechando que el hijo mayor, poco pródigo en visitas, ha venido a ver a sus padres, se verá
alterada cuando, Gitte, la madre anuncia cierta decisión que ha tomado.
Esta sinopsis es
intencionadamente corta y críptica visto que ni el guionista, Bernd Lange, ni
el director, Hans-Christian Schmid pierden un minuto de los ochenta y cinco que
dura la película en describir ni en dar explicaciones: serán las acciones, las
conversaciones y los silencios de los personajes a partir del anuncio de Gitte,
los encargados de mostrar al espectador, no sólo lo que ocurre, sino lo que
arrastran consigo.
Con un estilo sobrio y directo y
con la cámara como testigo incómodo de conversaciones, idas y venidas de los
Heidtman, Schmid compone una sucesión de escenas de indiscutible fuerza entre
las que destacan la larga y formidable secuencia de la canción al piano y la comida
en la que la madre se hace oír y en la
que ningún movimiento, gesto o palabra, delata lo que no obstante al espectador
le queda claro: que la “base sólida” sobre la que aparentemente se asentaba
esta familia se ha roto y la fractura es irreparable.
Si se piensa en los excesos de
otra reunión reciente como Agosto, la
frialdad con la que los hombres Heidtman encaran determinadas situaciones puede
desconcertar y achacarse al arquetípico carácter germánico pero lo cierto es
que encaja: han aprendido a poner
distancia ante el dolor y sepultado sentimientos y emociones bajo capas de
apariencia que Schmid permite que se destapen lo justo.
Pueden no ser entendidos pero
Marko, Jakob, Günter y Gitte no deberían ser juzgados. Tolstoi tiene razón y ¿Qué nos queda? es lo último en
confirmarlo.
Ana Álvarez
¿Sabes? Ya solo por la secuencia del piano... merece la pena Qué nos queda.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo de pe a pa con tu crítica. Es una pena que la película vaya a pasar algo desapercibida porque merece la pena.
Y sí, la frase con la que empieza Anna Karerina ilustra perfectamente tanto esta película como AGOSTO (que curiosamente también tiene otra escena con piano...). Y me gusta e interesa lo que comentas: su distintas formas de expresar la fractura familiar.
Besos
Isabel
Querida Ana:
ResponderEliminarCuando vi el anuncio de esta película pensé que me iba a interesar verla y después de leerte, lo confirmo, aunque no sé si podré hacerlo en cine o no. Me gusta sobre todo cuando dices que el director "no pierde un minuto en describir ni en dar explicaciones", pero que los personajes lo muestran y lo arrastran, y también cuando hablas del carácter germánico (sobre todo después de haber visto "Oh boy") y la comparación con "agosto" que seguro es muy acertada. Gracias.
Abrazos,
Pilar
Otra peli que no he visto y en cuyo análisis no puedo entrar a fondo. Una crítica sintética, no obstante, que proporciona una buena idea de lo que uno puede encontrar en el cine. Y esa manera de sugerir más que contar... ¿se traduce también en encuadres, elipsis, puesta en escena o es sólo cuestión de dramaturgia y guión?
ResponderEliminarun abrazo,
jordi