Pocos
meses antes de que la Segunda Guerra Mundial llegara a su fin, surgió una preocupación aún por resolver: la conservación del patrimonio artístico europeo, destruido,
perdido o acaparado por los nazis en los territorios ocupados. Miles de obras artísticas habían sido sustraídas de las colecciones
privadas de las familias judías que
tuvieron que huir, con el fin de crear un gran museo en honor de Hitler que nunca llegó
a ser construido.
George
Clooney, en su quinto largometraje como director, quiere recordar y homenajear a
los Monuments Men, una brigada
formada por expertos en arte que procedían tanto de
Estados Unidos como de otros países aliados, cuya misión consistía en localizar las obras robadas para que
fueran devueltas a sus propietarios. No fue una tarea fácil –algunos dieron su
vida- y puede además decirse que es todavía, a día de hoy, una tarea inconclusa, debido a que más de dos mil obras siguen sin
estar en manos de sus legítimos dueños.
Si bien el tono de la película resulta poco
arriesgado, a partir de lo que narra se nos puede presentar un interrogante: ¿realmente
vale más una obra de arte que la vida de una persona? Clooney parece resolverlo
cuando uno de los integrantes del grupo muere al intentar impedir que los nazis
se lleven La
Virgen de Brujas de Miguel Ángel de una iglesia. Incluso
podría interpretarse que se insinúa algo más. La muerte de Hugh Bonneville (actor británico
que quizá algunos recuerden por la popular serie dramática Downton
Abbey) llega a cobrar sentido; a
través de una carta, descubrimos que el propio personaje la justifica como un acto heroico y
redentor, capaz de limpiar su trayectoria decadente, manchada por el alcoholismo.
Este detalle, y
otros, como el empleo de la música con fines melodramáticos, o el hecho de que
las parejas en las que se distribuye la
brigada no lleguen a funcionar -a
pesar de los actores que las conforman-, hacen que el espectador se sienta
defraudado o meramente apático ante la propuesta, a pesar de las buenas
intenciones.
Pero aún hay
más. Hasta ahora la película de referencia para el asunto tratado había sido El tren (1964), de John Frankenheimer. En
ella se nos contaba el duelo sostenido entre Burt Lancaster, Labiche -el pertinaz ferroviario francés que resiste-, y Paul Scofield, el obsesivo coronel von
Waldheim, quien pretendía a toda costa sacar un tren cargado con obras de “arte degenerado” de
Francia para llevarlas hasta Alemania, donde serían suyas. La pregunta antes
aludida ya estaba: ¿merece la pena que
tanta gente dé su vida por unos cuadros? Se respondía al final, junto a los
cadáveres de los inocentes que el coronel había hecho situar en la cabecera del
tren. El cínico von Waldheim la planteaba para desesperar a Labiche,
viéndose ya vencido, y venía a decirle
que todo su denodado esfuerzo había sido inútil, porque el arte siempre iba a
estar en manos de gente como él, perteneciente a la élite, y no en manos del pueblo, pese a que fueran ellos quienes habían dado su vida por defenderlo.
Existen otros puntos que conectan y contrastan ambas
películas. Se parte del mismo museo, el Jeu de Paume, lugar donde trabajaba la
conservadora clave para salvar el patrimonio (Cate Blanchett en Monuments Men y
Suzanne Flon en El tren). El filme de
Clooney adapta una novela histórica bien documentada de Robert M. Edsel, por lo que hemos de suponer que lo que
muestra es más o menos cercano a lo que sucedió; por su parte, El tren nace de un guion original (de Franklin
Coen y Frank Davis) que fue nominado a los Oscar de 1965. No obstante,
la ficción alejada de los hechos históricos resulta más atrayente y poderosa.
Clooney no consigue que sus personajes salgan de la mera corrección; él mismo
interpreta a un George Stout repetitivo, impoluto y aparentemente idealizado
para no estorbar, seguramente, su propósito inicial: realizar un homenaje
patriótico, que no llega a tener la
sustancia necesaria. En cambio, Labiche es inolvidable. Lleno de grasa y
hollín.
Estela Salazar
Siendo como dices, Estela, menos acorde con la realidad histórica o con hechos históricos EL TREN, como a ti, me parece una película mucho más auténtica, creíble y emocionante que MONUMENTS MEN.
ResponderEliminarLa película de Clooney me pareció deslavazada, mal contada y con personajes y relaciones mal construidas, con cero emoción... ¡Dios mío la historia entre los personajes de Dammon y Blanchet me resultó ridícula y fuera de lugar!
Una pena porque el tema me resultaba precioso, interesante y poco explorado. Un blogger me dijo que él sí se había leido el libro en el que se basa Monuments men y que es una pasada (pero no había visto la película y no sabía si la película respetaba o no las premisas o el espíritu del libro).
Beso
Isabel
Isabel:
ResponderEliminarLa verdad es que me he arrepentido un poco de intentar evaluar las relaciones entre historia y ficción en mi crítica, porque confieso que no me he leído la novela de Edsel y además parece que el guion de El tren está basado en las memorias de la conservadora del museo, que tampoco me he leído para compararlo con El tren... Así que tampoco es original del todo... En fin.
Estoy de acuerdo contigo en lo que indicas acerca del tema ( fíjate que pensábamos lo mismo también sobre Las maestras de la República): temas muy interesantes que luego no tienen un tratamiento en el cine a la altura de lo que se merecen, a mi modo de ver.
En cuanto a lo de Dammon y Blanchet, además de fuera de lugar, me pareció que la apuesta de Clooney era demasiado correcta hasta en eso; con correcta me refiero no a su confección, sino a su corrección moral, porque tampoco habría sido nada tan extraño que un militar hubiera tenido una pequeña aventura en París, salvo que no se quiera "manchar" su reputación. A mí me pareció más cruel que la dejase compuesta y sin novio a la pobre.
Contrasta eso con la relación insinuada entre la viuda que regenta la pensión en El tren, Jeanne Moreau, y Burt Lancaster. Eso no podía estar en las memorias de la bibliotecaria, eso es ficción, y es mucho más interesante y sugerente.
Besos y gracias,
Estela
Tu crítica me parece clara e impecable, Estela. Sólo apunto una cosa de la que tampoco estoy seguro al cien por cien: creo que la base literaria de la película de Clooney no es una novela, sino un libro de no ficción (es decir, una etiqueta tan general que puede abarcar del ensayo al libro de divulgación histórica). Pero que conste que hablo de memoria y no estoy totalmente seguro de lo que te indico.
ResponderEliminarun abrazo,
jordi