La pasión por hacer cine existe por el
deseo de un espectador por verlo, por vivir esas otras vidas, conocer esos otros
lugares y transitar por los más lejanos y admirables escenarios. Sin embargo,
la senda del entretenimiento no siempre es la transitada y son muchos los
directores que ven en este arte el arma perfecta para acercar al espectador a
territorios que le incomodarán en el confort de su asiento. Danis Tanovic se toma
esto muy en serio en La mujer del
chatarrero llevándonos a su Bosnia natal y nos hace partícipes de su
indignación ante la indiferencia de un país, todavía en plena reconstrucción
una década después de la terrible guerra de los Balcanes, por quienes pagan caro
el precio de la marginación.
El mensaje más claro es el que se
construye con menos piezas, y Tanovic, alejado de cualquier artificio narrativo
o floritura estética recrea sin dramatismos la odisea por sobrevivir en el
estado del bienestar de una familia de etnia gitana que vive en algún recóndito
y nevado paraje de Bosnia y Herzegovina. Senada está embarazada, o en realidad
ya no, los dolores de la madre de familia les llevan a salirse de su
universo de autosuficiencia para acudir a los servicios públicos. Tras
diagnosticarla un aborto natural, Senada y su marido Nazif deambulan por la
burocracia médica para que se le efectúe el legrado necesario para salvar su
vida, pero la ausencia de tarjeta sanitaria y la desorbitada cantidad de dinero
que les piden hace imposible el acceso a la operación. ¿Les suena de algo? Prepárense
para ser testigos de cómo la decrépita sociedad del bienestar legaliza la
cotidianidad de la marginación y pone la realidad al servicio de la más
terrible ficción.
Tanovic se encontró con esta noticia
en la prensa local de su país, y tras conocer a la pareja protagonista decidió
que fuesen ellos mismos quienes se reinterpretasen en la gran pantalla. Él sólo
coloca la cámara delante de los protagonistas y registra su día a día
haciéndonos sentir uno más de su familia, recuperando así la memoria del cine
neorrealista abordado por maestros como Rosellini o Vittorio de Sica. A mitad
de camino entre la ficción y el documental somos testigos de la ardua tarea de
sobrevivir de esta familia en su día a día; Senada limpia, cocina y lava la
ropa a mano, y Nazif recoge chatarra en paramos desolados para poder pagar la
luz y hacer que sus dos hijas pequeñas sonrían viendo los dibujos en una
televisión que emite una señal defectuosa.
El director serbio consiguió en 2001
el Oscar a la mejor película extranjera y diversos galardones internacionales
con su debut en la gran pantalla En
tierra de nadie, hecho que a buen seguro ha facilitado la distribución de La mujer del chatarrero y evitado que
pasase como un drama social más haciéndose con el Gran Premio del Jurado y el
premio al Mejor Actor para Nazif Mujic en el Festival de Berlín de 2013.
La miseria cotidiana de esta laboriosa
familia deja al espectador asfixiado ante un paraje tan desolado y frio
solamente caldeado por unos lazos de solidaridad entre los que menos tienen que
ya querríamos para nosotros mismos. El futuro sigue siendo
incierto, pero la realidad sigue adelante y solo queda seguir luchando, sin
épica, sin ademanes.
Marta Alonso
Muy buena crítica. Marta. Sólo te indico dos cosas de estilo que me han chirriado: en lugar de "tras diagnosticarla" creo que hubiese sido mejor opción escribir "tras diagnosticársele"; y en lugar de "se reinterpretan" creo que es más claro decir "se interpretan a sí mismos".
ResponderEliminarun abrazo,
jordi
Querida Marta: me reconozco avergonzadamente definida en el primer párrafo de tu crítica desde el punto de vista del espectador que a veces no quiere sentirse incómodo y se pierde películas de este tipo... conozco muy poco el cine de esa parte de los Balcanes, quitando a Kusturica y la realidad que muestran sigue siendo muy dura, pero mirando hacia adelante, gracias por traernos esta película y contárnosla como siempre con tanta claridad.
ResponderEliminarun abrazo,
Pilar
Hola Pilar! muchas gracias por tu siempre atento comentario y tu tiempo leyéndonos. Lo que tanto me gusta de este cine tan personal es como nos acerca a lugares, en este caso a una Europa del este bien diferente a la que recordamos contada por la lente de Kusturica (como señalas), y nos hace ser capaces de sentirnos dentro y conocer una realidad que no es un reflejo, si no la misma vida.
ResponderEliminarJordi, genial tu corrección de estilo, tomo nota!
Abrazos.