martes, 11 de marzo de 2014

Infelicidad en familia



La frase con la que empieza Ana Karenina se cuela subrepticiamente en el pensamiento del espectador de ¿Qué nos queda? a poco que la recuerde. Es inevitable que una idea tan sombría se abra paso en cuanto se conoce a los Heidtman.

Lo que parece una tranquila reunión familiar, aprovechando que el hijo mayor, poco pródigo en visitas,  ha venido a ver a sus padres, se verá alterada cuando, Gitte, la madre anuncia cierta decisión que ha tomado.

Esta sinopsis es intencionadamente corta y críptica visto que ni el guionista, Bernd Lange, ni el director, Hans-Christian Schmid pierden un minuto de los ochenta y cinco que dura la película en describir ni en dar explicaciones: serán las acciones, las conversaciones y los silencios de los personajes a partir del anuncio de Gitte, los encargados de mostrar al espectador, no sólo lo que ocurre, sino lo que arrastran consigo.

Con un estilo sobrio y directo y con la cámara como testigo incómodo de conversaciones, idas y venidas de los Heidtman, Schmid compone una sucesión de escenas de indiscutible fuerza entre las que destacan la larga y formidable secuencia de la canción al piano y la comida en la que la madre se hace oír  y en la que ningún movimiento, gesto o palabra, delata lo que no obstante al espectador le queda claro: que la “base sólida” sobre la que aparentemente se asentaba esta familia se ha roto y la fractura es irreparable.

Si se piensa en los excesos de otra reunión reciente como Agosto, la frialdad con la que los hombres Heidtman encaran determinadas situaciones puede desconcertar y achacarse al arquetípico carácter germánico pero lo cierto es que encaja: han  aprendido a poner distancia ante el dolor y sepultado sentimientos y emociones bajo capas de apariencia que Schmid permite que se destapen lo justo.

Pueden no ser entendidos pero Marko, Jakob, Günter y Gitte no deberían ser juzgados. Tolstoi tiene razón y ¿Qué nos queda? es lo último en confirmarlo.


Ana Álvarez

3 comentarios:

  1. ¿Sabes? Ya solo por la secuencia del piano... merece la pena Qué nos queda.

    Estoy de acuerdo de pe a pa con tu crítica. Es una pena que la película vaya a pasar algo desapercibida porque merece la pena.

    Y sí, la frase con la que empieza Anna Karerina ilustra perfectamente tanto esta película como AGOSTO (que curiosamente también tiene otra escena con piano...). Y me gusta e interesa lo que comentas: su distintas formas de expresar la fractura familiar.

    Besos
    Isabel

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  2. Querida Ana:
    Cuando vi el anuncio de esta película pensé que me iba a interesar verla y después de leerte, lo confirmo, aunque no sé si podré hacerlo en cine o no. Me gusta sobre todo cuando dices que el director "no pierde un minuto en describir ni en dar explicaciones", pero que los personajes lo muestran y lo arrastran, y también cuando hablas del carácter germánico (sobre todo después de haber visto "Oh boy") y la comparación con "agosto" que seguro es muy acertada. Gracias.
    Abrazos,
    Pilar

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  3. Otra peli que no he visto y en cuyo análisis no puedo entrar a fondo. Una crítica sintética, no obstante, que proporciona una buena idea de lo que uno puede encontrar en el cine. Y esa manera de sugerir más que contar... ¿se traduce también en encuadres, elipsis, puesta en escena o es sólo cuestión de dramaturgia y guión?

    un abrazo,

    jordi

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