lunes, 24 de marzo de 2014

¿Podrías amarme?


“En un país muy lejano había una gran ciudad a la que el floreciente comercio había hecho llegar la abundancia.”

“Había una vez un mercader muy rico que tenía seis hijos, tres varones y tres hembras (…)”
Así comienzan respectivamente La bella y la bestia de Madame de Villeneuve y de Madame Leprince de Beaumont, que fue la primera en versionar el relato recogido por Villeneuve relegando a ésta al olvido, pues fue su interpretación más corta, menos histórica y con más moraleja la que se hizo más popular.

En la última adaptación del cuento a cargo de Christophe Gans pueden buscarse tantas referencias como se quieran. No sólo Villeneuve o Beaumont, Disney o Miyazaki o Cocteau: hay ecos de la mitología, de relatos celtas y de otros cuentos, por ejemplo, La cierva del bosque de Madame d’Aulnoy (demasiadas “madames” en el universo del cuento francés como para que sólo se recuerden Perrault y La Fontaine). Pero sobre todo esto, la voz que suena con más fuerza, y así ha de ser, es la del propio Gans. Se olvida demasiado a menudo que los cuentos no deben leerse sino contarse, y que cada cuentacuentos aporta parte de sí mismo en su narración. Es por eso entre otras cosas, por lo que preferimos unas versiones a otras: por la voz que nos cuenta.

Entre los últimos acercamientos al érase una vez… quien esto escribe se descubre, mención aparte para Pablo Berger, ante Tarsem Singh que contó Blancanieves a su manera en Mirror, Mirror. Discutible quizá, pero genuina.

En esta última Bella y Bestia, su director reconoce y reafirma su origen literario de principio a fin, desplegando el libro ante el espectador y haciendo cobrar vida a sus ilustraciones… pero se adueña de él y ya desde la elección de actores lo aleja de lo popularizado. Léa Seydoux es una Bella más carnal que amante de la ilustración (¿hay acaso biblioteca en este castillo?) y Vincent Cassel lleva consigo en la vida real el título del cuento desde el inicio de su relación con Monica Bellucci. Actor sólido y de un atractivo sin desbastar indudable, no podría definirse, en palabras de las autoras mencionadas,  como el “joven más hermoso que el Amor” oculto bajo la Bestia.

No es tan importante la fidelidad o no a los orígenes cuanto, por ejemplo, la decisión de escamotear la presencia de la Bestia todo lo posible hasta que se la ve por completo, o la de que no haya “bondad en su corazón” que haga olvidar su aspecto. Que las hadas/luciérnagas o las criaturitas perrunas despierten ternura o antipatía no es tan importante como que la Bestia no vea a Bella sólo en el comedor, sino que se cuele en su dormitorio… que su pregunta no se repita en cada encuentro y que no sea si se quiere casar con él.

La película no es ni mucho menos perfecta, tiene aristas y en algunas partes más alejadas del cuento conocido, se desea volver a él cuanto antes, pero su belleza es poderosa y no es tan importante si todo está rodado ante un croma como las imágenes de las que se inunda (y la primera que acude a esta memoria es la persecución sobre el hielo) o la mágica banda sonora a cargo de Pierre Adenot, capaz de evocar el cuento cuando la pantalla está en negro.

Gans aloja el cuento en su terreno y los brillos están empañados, las estancias en penumbra, la niebla inunda los jardines y la Bestia no parece tener esperanza en volver a ser quien fue. Quién haya visto Crying Freeman (adaptación de un manga), El pacto de los lobos o Silent Hill (adaptación de un videojuego) reconoce su universo bello y decadente, inquietante hasta lo terrorífico, sombrío y melancólico, en el que la felicidad, si se atreve a aparecer, es renuente a quedarse: ¿alguien recuerda haber visto sonreír a los personajes de sus películas? ¿Alguien se queda a ver los títulos de crédito para leer que Bella y Bestia vivieron felices para siempre?

Consciente de sus defectos y amante de sus virtudes, a la pregunta de la Bestia que le da título, esta crónica responde que sí y, sean los que sean los reveses que sufra esta su última aventura, ojalá no haya que esperar otros ocho años a que Christophe Gans vuelva a ponerse detrás de las cámaras.


Ana Álvarez

3 comentarios:

  1. Me encanta la riqueza que supone la relación entre los cuentos de siempre y su plasmación en la pantalla. Así tu texto me ha parecido riquísimo en matices y en el dominio literario de los cuentos (qué envidia... pero de la sana) y su traslación al cine.

    No he visto ninguna película de la filmografía de Gans (así que esta puede ser la primera) pero leyéndote me han entrado muchas, muchas ganas. A pesar de lo diferentes que son ambas versiones, adoro tanto la versión de Cocteau como la de Walt Disney...

    Pero también me interesa otro aspecto y es como estos cuentos se convierten en argumentos universales (hay un libro buenísimo sobre este tema: La semilla inmortal. Los argumentos universales en el cine) y como el tema de la bella y la bestia tiene miles y miles de versiones cinematográficas y distintas variantes. Así siempre me viene a la cabeza KING KONG o para irnos a otro tipo de cine y otro género totalmente diferente, la historia entre Kim Basinger y Russel Crowe en L.A. CONFIDENTIAL

    Besos
    Isabel

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  2. Ana, pero ¡qué texto más bien escrito y estructurado! Con él he aprendido (sobre Madame d'Aulnoy, por ejemplo) y para mí esa es una de las grandes virtudes y funciones de utilizar referencias extra-cinematográficas en las críticas: abrir ventanas, compartir pistas, ampliar el paisaje. Por otro lado (aunque eso es irrelevante), estoy completamente de acuerdo contigo en tu aprecio por esta película que parece haber llegado a la cartelera condenada de antemano, por críticos profesionales que se han dejado llevar por la inercia de la descalificación automática.

    un abrazo,

    jordi

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  3. Muchas gracias, Jordi :-), pero me temo que nos quedamos solitos en defensa de esta película...

    Para mi perplejidad leo en "Preguntas sin respuesta" del Fotogramas de abril: ¿por qué todas las películas de Christophe Gans se parecen en look, efectos y movimientos de cámara? Y no sé por qué con este director se trampea la pregunta de modo que sea defecto lo que en otros se alaba...

    Así que voy contracorriente, ¡ja! No sólo me gusta la película sino que me gusta porque viendo su look, sus efectos y sus movimientos de cámara, ¡es de Christophe Gans!

    Me alegro de que a ti también te guste y de que te haya gustado el texto ;-)

    Besos

    Ana

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