viernes, 29 de noviembre de 2013

En el infierno de Rodin



Quizá la obra que mejor represente el dolor y el abandono que Camille Claudel sintió por Auguste Rodin sea su célebre ‘La edad madura’, en la que la escultora se representa a sí misma suplicando a su amante que no se deje embelesar por los susurros de esa ánima embaucadora con la que identificó a Rose Beuret. 


'La edad madura' (Museo de Orsay)



Claudel no se repuso nunca de ese sentimiento de dolor y abandono, que transmutaría en episodios de esquizofrenia tras la ruptura con el escultor francés. La soledad es, precisamente, una de las protagonistas indiscutibles de ‘Camille Claudel 1915' (Bruno Dumont), película que condensa en tres únicos días la enfermedad, el ahogo, los gritos, el silencio, la soberbia, el desgarro de la pérdida, las lágrimas, la desesperación, pero también la esperanza que la artista alimentó durante casi tres décadas en el manicomio de Montdevergues. O, tal vez, sería más adecuado matizar que quien condensa magistralmente todas esas sensaciones, sin recurrir apenas a la palabra, es Juliette Binoche.

Binoche y su mirada. Una mirada colmada de la vida interior de Claudel, de su deseo de libertad, de su pena, de su ira porque siente que Rodin le roba su arte, de su miedo a morir envenenada. Su interpretación es austera, tensa, emocionante (especialmente en los diálogos que mantiene con el doctor del centro y con su hermano), acompasada por los sonidos fuera de plano. Sin artificios. Sin maquillaje. Sin música (salvo la litúrgica ‘Suscepit Israel‘ de los créditos finales)... Y es en medio de ese silencio, de ese vacío, donde Bruno Dumont conjuga el genio atronador de estas dos artistas galas. 

En un intento por recrear fielmente la realidad que afrontó la escultora, y bajo una clara influencia de Robert Bresson, Dumont opta por dirigir actores ‘naturales’, en lugar de actores ‘profesionales’. Así, frente a películas como ‘Despertares’, ‘Alguien voló sobre el nido del cuco’, ‘Inocencia interrumpida o, más recientemente, ‘Shutter Island’, los pacientes que aparecen en el centro psiquiátrico de ‘Camille Claudel 1915’ son enfermos reales. No es la única similitud con el estilo del director de ‘Diario de un cura rural’ (1951). Como él, Dumont refleja los tormentos de la psique humana y muestra la inmisericordia de la devoción religiosa. Esto está especialmente latente en el personaje del hermano de Camille, el escritor Paul Claudel (Jean-Luc Vincent), cuya razón y emoción aparecen anuladas bajo el peso de la fe. Desde el punto de vista de Dumont, el fundamentalismo de este personaje, único vínculo de Camille con el mundo exterior y sobre cuya visita se articula el hilo argumental de la película, es lo que, a fin de cuentas, acabará condenando a su propia hermana al ostracismo. Un confinamiento que, desde el punto de vista formal, no sólo se traduce en la escenografía propia de la historia, sino en la elección de los planos: abiertos cuando Camille sueña con la libertad (o con la visita de su hermano) y cada vez más cerrados (y opresivos) cuando piensa acerca de su reclusión, “este infierno, que es peor que el de un criminal, porque yo no tengo derecho a un abogado”.

Camille Claudel sólo tuvo un deseo (repetido varias veces en la interpretación de Dumont) durante el resto de su vida: regresar al hogar y volver a sentir el calor de una madre que, como Rodin, la había abandonado a su suerte. El contraste final entre esta esperanza básica y la escasa compasión que su familia mostró en los años posteriores honra el recuerdo de esta escultora, al tiempo que deja sin palabras al espectador.

Tamara Vázquez

3 comentarios:

  1. ¿Sabes lo que más me angustió?, pensar que esos tres días son la radiografía de treinta años de encierro… y parece ser que el régimen de encierro al que sometieron a Camille era más duro todavía que lo que se refleja en la película (por ejemplo la salida a la montaña no le hubiera sido permitido).

    Igual que Camille Claudel modelaba el barro para reflejar su mundo interior, Juliette Binoche con la cámara de Bruno Dumont esculpe su rostro a base de emociones para dejarnos entrar en el interior de una mujer atrapada... Y es ella efectivamente, como bien escribes, uno de los motivos por los que Camille Claudel 1915 se convierte en especial.

    También son increíbles los momentos creados de la interrelación entre la actriz y los discapacitados psíquicos y enfermos mentales que trabajan en la película porque además 'crean y modelan' un día a día en el asilo de Montdevergues. Este espacio se convierte en un espacio de una tranquilidad y belleza inquietantes porque es un lugar aislado, de encierro, que además anula las posibilidades de creación de una Camille que se consume, que se rompe.

    Y como a ti me impresionó y me resultó tremendamente interesante el personaje del hermano, Paul Claudel, y su concepto de la religión y la fe. Es un personaje que provoca miedo con su ceguera... y que aun estando fuera de la institución parece bastante más inestable y con una salud mental más deteriorada que la de su hermana. Y su forma de actuar y comportarse más incómoda y peligrosa que la de cualquiera de los compañeros de asilo de Camille Claudel.

    Beso
    Isabel

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  2. Hola Tamara,
    Me acerqué por fin hace unos días a ver la película y tu crítica me parece completísima, con ese prólogo fascinante a propósito de una de las esculturas de Camille Claudel.
    Sólo tengo un reparo que hacerle al film de Dumont, y es que encuentro en exceso esquemático, demasiado al servicio de una idea, el personaje de Paul Claudel, y esto sobre todo por oposición a toda la complejidad de Camille y la naturalidad de las internas. No es que el personaje no me parezca verosímil, porque uno ha conocido a más de un católico tan hueco, o como diría Juan Ramón Jiménez, “tan poco cristiano” como el de la película, sino que me dio la impresión de que el dibujo muy perfilado del personaje está en contradicción con la mayor espontaneidad del conjunto.
    Y en efecto la Binoche está, una vez más, inmensa y va camino de robarle el cetro a la Huppert como gran dama europea de la interpretación.
    Besos,
    Javier

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  3. La crítica es buenísima -totalmente de acuerdo con lo que dice Javier sobre el primer párrafo-, pero el pequeño debate que habéis puesto aquí abajo también me lo parece. Sólo añadiría un matiz al problema que supone usar el adjetivo "bressoniano" aquí: por supuesto, la elección de la mayoría de personajes lo es y responde a esa teórica del modelo frente al actor -no sólo los enfermos son reales, también las enfermeras y buena parte del personal de la institución-, pero la elección de la Binoche supone enfrentar ese contexto bressoniano con su antítesis. Y en esa contradicción está la esencia, la fuerza, el encanto y la cualidad casi irrepetible de esta película.

    un abrazo,

    jordi

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