martes, 19 de noviembre de 2013

Frontera de Manuel Pérez Cáceres


Una actriz le dice a una voluntaria de un centro penitenciario: “Perdona, tú no estás bien y yo aquí filosofando”. Y ahí se encuentra la esencia del primer largometraje de ficción del director y coguionista Manuel Pérez Cáceres, Frontera. Filosofar sobre un concepto determinado y abordarlo desde distintas perspectivas.

Primera frontera

¿Es posible la inclusión social a través de las artes? Diversas ONG piensan que sí y existen proyectos que responden a esta cuestión. El arte como tabla de salvación. Una de las bellas artes es el teatro y son varios los centros penitenciarios que en el interior de sus muros han levantado escenarios para representar un drama, una comedia o una tragedia griega. En las cárceles de varios países los presos han encontrado un aliciente en el que aferrarse, algo que les motivase al cambio y la transformación, una esperanza para un futuro entre cuatro paredes y el escenario se ha convertido en un espacio de libertad.

Este fenómeno concreto, teatro y cárceles se ha reflejado de distintas maneras en el cine. Desde la más pura ficción, como Lucky Break de Peter Cattaneo. Inspirándose en hechos reales para llevar a la pantalla una ficción como El patio de mi cárcel de Belén Macías, su punto de partida: la historia de un grupo de teatro formado por mujeres reclusas que nació en la desaparecida cárcel de Yeserías y que fue creado y dirigido por una joven funcionaria. La fusión de un cine documental y una adaptación cinematográfica de una obra tan potente como el Julio César de William Shakespeare entre rejas para crear una película tan especial como César debe morir de los hermanos Taviani.

O llevar la experiencia de teatro en la cárcel al cine con la colaboración de profesionales delante y detrás de las cámaras y con los propios internos delante y detrás de las cámaras buscando una nueva fórmula que da como resultado Frontera. Así nace una película que narra una historia ficticia que transcurre en el centro penitenciario de Quatre Camins donde un grupo de reclusos, voluntarios, actores profesionales y funcionarios ensayan 12 hombres sin piedad en el salón de actos. De repente suena una alarma y se quedan encerrados durante horas en el módulo: les van informando muy poco a poco de que hay una posible epidemia y que deben estar aislados hasta que se encuentre el origen. Entre todos se irán estableciendo relaciones y situaciones extremas que les pondrán a prueba donde la frontera entre los que están dentro y los que están fuera se diluye, cambia, se transforma y se mueve.

La película ha sido un proyecto impulsado por una productora (Cornelius films) y una ONG (TransFORMAS) que desarrolla, entre otros, el proyecto integral teatroDentro que lleva ocho años de labor artística y creativa en espacios de reclusión.

Segunda frontera

Y pasamos a la segunda frontera. La propia película y las maneras de contar y narrar. No es casualidad que la obra de teatro elegida para los ensayos sea 12 hombres sin piedad. Una obra del individuo frente al grupo. De las situaciones límites en un espacio cerrado. De las relaciones, de las emociones, de los prejuicios, de las caretas que nos colgamos unos a otros, de la posibilidad de cambio, de las desigualdades sociales, de la justicia y el sistema penitenciario… Pronto ese grupo de reclusos, voluntarios, funcionarios y actores que ensaya la obra se verán encerrados en un espacio sin posibilidad de salida y las interrelaciones serán dolorosas pero también les harán plantearse un montón de cuestiones personales así como observar su relación con el grupo en momentos de presión. Y aprender a ‘mirar’ de otro modo así como cambiar sus pensamientos respecto ciertos temas.

Del ensayo saltan a la vida real pero todo es ficción. Las fronteras se confunden: qué es realidad, qué es ficción. Quién es actor, quién recluso. ¿Alguno se acerca al personaje que representa? ¿De qué sirven las experiencias en la interpretación? No sólo la ficción pone un muro a los personajes sino que los únicos escenarios donde transcurre la película son el salón de actos, un pasillo y los baños de Quatre Camins porque ahí es donde tienen que rodar… parte del equipo técnico y artístico no puede salir del recinto (como en la ficción), son internos. Así Frontera consigue crear una atmósfera determinada donde las rejas, los cristales traslúcidos que dejan intuir un día de lluvia o la luz tenue son protagonistas. A veces se juega con el espacio que puede ser real o formar parte de una pesadilla. Los sonidos crean la inquietud y la sensación de miedo, la impotencia de no tener información con el exterior…Y los actores crean personajes y los primeros planos los miman… rostros que traspasan la pantalla. No hay frontera: quién es de fuera, quién es de dentro… todos actúan. Uno de ellos, Christian Dolz, recluso del centro penitenciario, ganó un premio de interpretación en el Festival de cine de Málaga.

Tercera frontera

Y llegamos a la última. Frontera va más allá de ser una película lograda. Es la película y el proyecto que la sustenta. Quizá su mayor pero, su afán de filosofar y reflexionar, acaba con los momentos de tensión o con la angustia y viveza que surgía de la película 12 hombres sin piedad de Sidney Lumet. Y así como en aquella película cada uno de los doce hombres tenía vida propia, cada uno era un personaje perfectamente construido… en Frontera no todos los personajes son igual de potentes o están igual de bien construidos. También señalar que el ritmo y los puntos de clímax se resienten a veces. Si en la mítica película estaba todo medido y en crescendo, en Frontera hay altibajos. Estos peros sin embargo no debilitan el potencial de la película. Y no debilita la fuerza de algunas situaciones que hacen que el espectador se cuestione y se pregunte cosas. ¿Por qué unos están dentro y otros están fuera? ¿Cuando alguien comete un error… a todos se les aplica la misma vara de justicia?¿Colgamos carteles a las personas como colgamos prejuicios?... ¿Qué cárcel es peor la física o las cárceles emocionales que todo ser humano arrastra? ¿Se puede cambiar la percepción que tenemos del otro? ¿Quién es el otro, por qué es el otro? ¿Quién soy yo? ¿Me presiona el grupo o yo presiono al grupo?

Frontera pregunta, reflexiona y plantea. Y eso no es poco. Frontera tira tabiques y muros para mostrar que es posible la inclusión social a través del arte o por lo menos que el arte sirve como un puente para conocer otras realidades o cambiar las miradas…

Isabel Sánchez

3 comentarios:

  1. Hola Isabel,
    Una crítica estupenda, con esa estructura en “fronteras” que parte de lo general (los proyectos de inclusión social) para llegar a lo particular (la película concreta). Curioso que exista ya todo un subgénero de “teatro en cárceles”.
    Que la obra escogida en la película sea “Doce hombres sin piedad” es una idea muy atractiva, con toda esa confusión entre realidad y ficción y entre roles que comentas. Y también me encanta la película de Lumet, que es teatro filmado del bueno, del que no intenta enmascarar su origen teatral y prioriza ante todo el texto.
    Besos

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  2. ¡Javier, gracias por el comentario!

    Te diré que efectivamente Frontera es una obra cinematográfica interesante tanto por la película en sí como por lo que hay detrás de ella. Es una película "carne de buen debate o animado coloquio" porque el tema del arte y la inclusión social es apasionante.

    Por otra parte, qué buena es la película de Lumet. Es de esas películas que a pesar de sabértela de memoria no pierde su fuerza en cada nuevo visionado, porque además están todos tan bien... y la historia está tan bien contada. Y es curioso su origen: primero se creo para televisión, después fue a los escenarios de teatro... hasta su salto en pantalla... Y ahora al otro lado de los muros ¿o no? ¿O sólo forma parte de la ficición de Frontera...?

    Besos
    Isaabel

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  3. Hola, Isabel:

    No sólo estoy cien por cien de acuerdo, sino que siento la necesidad de perder puntualmente la compostura y exclamar ¡¡¡Pero qué buen texto, madre mía!!! Perfecta contextualización, estructura y análisis reflexivo de la propuesta. Y, además, con la suficiente claridad de ideas como para detectar los puntos débiles de la propuesta sin crispar la voz, ni el tono. Ojalá Manuel Pérez Cáceres y el equipo de la película pudiesen leer un texto tan brillante y generoso como este, que se detiene en profundidad en un trabajo que ha pasado demasiado inadvertido.

    Gracias, Isabel.

    un abrazo,

    jordi

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