gente en sitios
Si en las películas de historias cruzadas, las
distintas tramas van componiendo un puzzle en el que cada pieza encaja y cada
personaje (protagonista en algunos momentos y secundario en otros) encuentra su
lugar, en Gente en sitios de Juan
Cavestany, los personajes parecen desubicados y vagan por las secuencias sin
hallar ese hueco exacto donde acoplarse. Mas que a la composición de una ficción,
asistimos a su deconstrucción o, incluso, a su destrucción: las piezas del
puzzle se desprenden, se resquebrajan y, a veces, salen disparadas mostrando
tras ellas “lo real”, ese concepto que daba título a la novela de Belén Gopegui
en la que narraba el ascenso de un fingidor nato, un prestidigitador de la
manipulación capaz de enterrar su verdadera personalidad y sus motivaciones
bajo el barniz del triunfador.
En La
silla de Fernando, Fernando Fernán Gómez reflexionaba, recordando los años
de postguerra, sobre lo ingenuos que
somos al creernos propietarios de nuestros bienes y dueños de nuestras vidas
cuando el devenir de los acontecimientos nos lo puede arrebatar todo,
dejándonos sin capacidad de reacción. La gente de Cavestany olvida cómo se
bebe, cómo se anda o cómo se duerme y se ve envuelta en situaciones absurdas,
divertidas, patéticas y terroríficas que, en el momento de desconcierto actual,
nos resultan verosímiles. La crisis sobre la que el politólogo Juan Carlos
Monedero hace una esclarecedora reflexión a bordo de un taxi, lo impregna todo
y a todos.
Con una puesta en escena funcional cercana a las grabaciones domésticas (cámara en mano, iluminación y planos poco elaborados) Cavestany rueda con sus numerosos actores en unas localizaciones desoladoras, esos sitios a los que alude el título y que se encuentran en la periferia de las ciudades (polígonos desiertos, urbanizaciones vacías) o en los espacios cotidianos más impersonales (el descansillo de la escalera, el cuarto de la caja de luces, el punto de encuentro de un Centro de apoyo familiar) y deja que lo real aflore. La angustia, el miedo, el estupor, la soledad, la confusión, el caos y todo lo que somos y sentimos, incluso a nuestro pesar, emerge al exterior y nos produce una sonrisa amarga. Mejor tomárselo con humor y confiar en que aparezca ese solícito personaje que nos enseñe a andar de nuevo.
Con una puesta en escena funcional cercana a las grabaciones domésticas (cámara en mano, iluminación y planos poco elaborados) Cavestany rueda con sus numerosos actores en unas localizaciones desoladoras, esos sitios a los que alude el título y que se encuentran en la periferia de las ciudades (polígonos desiertos, urbanizaciones vacías) o en los espacios cotidianos más impersonales (el descansillo de la escalera, el cuarto de la caja de luces, el punto de encuentro de un Centro de apoyo familiar) y deja que lo real aflore. La angustia, el miedo, el estupor, la soledad, la confusión, el caos y todo lo que somos y sentimos, incluso a nuestro pesar, emerge al exterior y nos produce una sonrisa amarga. Mejor tomárselo con humor y confiar en que aparezca ese solícito personaje que nos enseñe a andar de nuevo.
Almudena Ramos.
Muy brillante y concreta tu crítica, Almudena. Iba a decirte que echaba un poco de menos que contaras alguna de las situaciones, pero los materiales que componen la película son tan fugaces y tan frágiles que creo que es preferible a solución que tú has encontrado: no desvelas nada y lo interpretas y analizas todo. Una crítica absolutamente estupenda de una película tremendamente difícil de analizar.
ResponderEliminarun abrazo,
jordi
Lo que más me llamó la atención de Gente en sitios es que la viví como una especie de libro audiovisual con relatos cinematográficos. Al final, efectivamente, queda un puzle o un tapiz sobre la situación actual. Es una película muy rica y compleja. Me llamó tremendamente la atención las distintas fuentes, es decir, cómo las fichas del puzle, algunas son de cosecha propia, otras adaptaciones de determinados relatos (el hombre puente y kafka) o más allá reflexiones (como esa escena que señalas del taxi)... Y también me atrajo ese reparto coral que permite también ver una radiografía determinada de intérpretes. Me gustó por ejemplo volver a descubrir, entre los rostros, a Gustavo Salmerón...
ResponderEliminarBesos
Isabel